SIN PAZ NO HAY SUPERVIVENCIA COLECTIVA
No hay duda de que el proceso y el conflicto entre Cataluña y España ha puesto el pacifismo en la palestra, como hacía mucho tiempo que no se veía. Es una oportunidad para releer a sus grandes maestros: Menno Simons, George Fox, Thoreau, Gandhi, Martin Luther King, Tolstoi etc. Hace unos días, una persona cercana, que leía el libro de Romain Rolland sobre la vida de Tolstoi, me hizo recordar la influencia de éste sobre Gandhi pero sobre todo, el hecho, nuevo para mí, que Tolstoi hizo sus primeros aprendizajes de no-violencia con un lama budista tibetano que conoció de joven en prisión. Obviamente, su lectura libre y experiencial de los evangelios le permitió redescubrir su autenticidad y fuerza transformadora, a pesar de que la institución religiosa de su entorno intentó «neutralizar» su discurso declarándolo hereje.
En la carta de Tosltoi a Gandhi del 7 de septiembre de 1910, el escritor ruso relata una historia real en la que una niña, preguntada por el arzobispo ortodoxo si el quinto mandamiento «No matarás!» suponía que «¿está siempre y en todos los casos prohibido matar según la ley de Dios?», no respondió lo que era religiosa o políticamente correcto, que habría sido: «No, no siempre está prohibido. Porque en la guerra y para las ejecuciones, se permite matar». Pero la niña respondió emocionada y decidida: «Siempre!». Matar es siempre inhumano. El testimonio de compromiso radical de la niña con la vida humana y con la no-violencia brotaba de una lectura desinteresada y, por tanto, lúcida del texto evangélico.
Esta niña, desde su sencilla, coherencia y transparencia natural, había resuelto la contradicción interior de muchos seres humanos. Tolstoi, que era realista pero con una gran dosis de optimismo y utopía vital, afirma que esta contradicción será resuelta con el reconocimiento de la «ley del amor» y con la condena de todo uso de la violencia.
La cualidad humana profunda, la espiritualidad, la dimensión absoluta del ser humano no es compatible, si escuchamos los maestros y las sabidurías, con la sumisión, con la coacción, con la fuerza, con la violencia. Pero sería un error confundir esto con la debilidad. El pacifismo necesita coraje y valentía radical para hacer frente a la falta de libertad, a la represión, a la violencia. Pero un coraje iluminado de sabiduría. Gandhi decía que, en la búsqueda de la Verdad – para él por definición búsqueda siempre no-violenta, se debía liberar totalmente de las dualidades: amor-odio, felicidad-infelicidad, etc. El Mahatma consideraba que para lograr la paz se debía luchar por liberar interiormente y exterior de la violencia:
«El que ha hecho voto de ahimsa – habitualmente traducido como no-violencia- permanece fiel a su fe si todos sus actos tienen como motivo la compasión, si se dedica de la mejor manera posible evitar destruir hasta el más minúsculo de los seres vivos, si se esfuerza en tratar con delicadeza todo viviente y lucha así sin tregua para liberarse de la presión mortal de las fuerzas de himsa. Autodominio y compasión no cesarán de crecer en él; lo cual no quiere decir que nunca llegue a liberarse totalmente y a no hacer exteriormente actos de himsa. « [1]
La no-violencia es, de hecho, una «práctica de la Verdad», que para Gandhi es una construcción en la que el ser humano intenta ser fiel a la Verdad inefable – la dimensión absoluta de la realidad -, corrigiendo, subsanando errores , faltas, debilidades, etc. Gandhi afirmó que «no hay otro Dios que la Verdad» y que el único medio para alcanzarla es la Ahimsa, la no-violencia. Pero, aún reconociendo, aunque a regañadientes, que la Verdad es inefable, subraya en su biografía que «hay algo que puedo afirmar con seguridad como fruto de mis experiencias: no se puede tener una visión perfecta de la Verdad si antes no se ha logrado enteramente la no violencia «. De hecho la vida en su ashram la dedicó a la investigación y a la voluntad de verdad. Su Ashram del Satyagraha -» insistencia en la Verdad «- expresaba al mismo tiempo su fin (la Verdad) y su método (la no violencia). En esta práctica de la verdad, Gandhi recuerda que el elemento más difícil de lograr es a menudo la «educación», que no es la amabilidad exterior del discurso, cultivada por la circunstancia, sino una amabilidad casi innata, acompañada del deseo de hacer el bien al adversario y del coraje humilde e insobornable de defender la verdad hasta sus últimas consecuencias. El combate interior es mucho más difícil que la guerra. La lucha y el esfuerzo son largos y duros: «tendré que reducirme a la nada. Mientras el ser humano no se sitúe voluntariamente al último de los rangos de sus hermanos humanos, no hay salvación para él. El Ahimsa es el límite extremo de la humildad « [2]
El «problema» que puso más a prueba la no violencia de Gandhi fueron las tensiones y conflictos entre hindúes y musulmanes. Tras una avalancha de muertes inocentes provocadas por los enfrentamientos entre musulmanes e hindúes y de un ayuno radical de protesta para pararlos, Gandhi recuerda que esta anhelada coherencia entre Verdad y no-violencia es siempre posible hasta para los violentos: propone a un hindú desesperado que adopte un niño musulmán huérfano debido a la violencia y la eduque como musulmán.
El satyagraha es un juramento de la gente sincera, de la gente que honestamente busca la fidelidad a la verdad y la coherencia entre pensamiento, palabra y obra. No es para las masas, pero sí es para una masa crítica capaz de cambiar el mundo de su entorno.
La acción no-violenta es una forma privilegiada de acción en la inacción (wu wei), de acción desinteresada (karma yoga), de fracaso aparente (cruz) que cambia (resurrección) la realidad porque no queda sometida a los intereses, a la instrumentalización, los moldes y formas que se imponen. Es tal vez la acción transformadora soñada por todos los revolucionarios pero eso sí, libre también de sus propias expectativas. Todavía está en pañales pero es la forma de acción más coherente con el cultivo de la calidad humana profunda.
Si nuestra humanidad quiere sobrevivir en un mundo inmerso en una crisis axiológica radical, en la que ya nadie sabe dónde agarrarse, será necesario el cultivo de la calidad humana profunda, una calidad que no podrá rechazar el compromiso social y político pero que sí deberá saber rechazar toda forma de violencia y de sumisión si quiere abrir la puerta a la libertad como fuente de la creatividad y la innovación, imprescindibles para poner el conocimiento al servicio de la vida de los humanos y del planeta.
[1] GANDHI, Autobiographie huevo más experiencia de vérité, PUF, 1986, Paris, p.445.
[2] GANDHI, Autobiographie huevo más experiencia de vérité, PUF, 1986, Paris, p. 646.