Shinkichi Takahashi -selecció de poemes-

Shinkichi Takahashi (1901-1987) poeta japonès i monjo budista zen. Després d’una etapa d’influència de l’avantguarda europea va convertir la seva poesia, sota l’influx del budisme zen, en un espai de contemplació de la natura i el món urbà del Japó de la postguerra.

Presentem una petita selecció extreta del seu llibre: En la quietud del mundo (de l’editorial Pre-Textos, 2018).

 

 

SONIDO DEL VIENTO ENTRE LOS PINOS

Escuchaba el sonido de viento entre los pinos,

inunda las entrañas su tisteza,

suena como el rumor del oleaje,

alto en el cielo meciendo las copas

de los grandes árboles.

Es espantoso y profundo el desamparo

del sonido del viento entre los pinos.

Desoladora música,

es imposible olvidarla.

Como si el mundo llegara a su t´rmino,

vibra el sonido del viento,

el constante sonido del viento,

del dios sin figura que rasguea

como un koto las copas de los pinos.

 

MOSCA

Quise vivir para siempre en lo ilimitado.

Lo ilimitado vivía dentro de una mosca.

 

Cada vez que la espantaba

volaba con lenta gracia.

 

Me resultaba entrañable

su calmo movimiento.

 

En la madrugada, brillaba la lámpara.

Yo leía un libro escuchando

el caer de la lluvia.

 

Sobre el libro extendido,

una mosca arrojaba

sombras de soledad.

 

Como las patas de la mosca

lo ilimitado es sutil y se dobla.

 

VALVA

Porque no hay nada,

no hay nacer o morir.

 

Vací la valva,

Arrancada su carne por las aguas,

 

Humedecida por la luna,

reseca por el sol,

duerme en la arena.

 

No será nunca el mar

Gestado en sus etrañas.

Nada se corresponde con nada.

 

Así como las olas se deshacen

se desgasta la valva lentamente.

 

TIEMPO

El tiempo pasó soplando sobre su rostro

como una ventisca que cruzara un lago.

 

En el sueño profundo

continuó su mente

destilando, evaporando ideas.

 

Algunas mañanas el sol, como una amenaza,

ascendía por el borde de las montañas.

 

Se calcinaron, tal esperanzas, los árboles.

La tierra agonizaba.

 

Despierto, encendía su pipa

e intentaba respirar el sol.

 

Como la lluvia,

como los frutos,

caía el tiempo.

 

Un barco hacia el pasado

flotaba mar adentro.

 

Él aferró con una mano la vela de lo eterno

y el eterno universo entró en sus ojos.