En este apartado afrontamos el grave problema de la fundamentación de la ética en las sociedades de conocimiento, SC, cuando no se puede basar ni en las consecuencias de las religiones y de sus revelaciones, ni tampoco en un cuerpo ideológico que pretende ser la descripción de la realidad, ni tampoco en una naturaleza humana dada e inmutable.
En último término, la ética tiene que fundamentarse sólidamente en la dimensión absoluta, DA. Vamos a intentar describir esa fundamentación. Por su importancia hemos tomado desde el inicio de la condición humana como viviente constituido por el habla. Seguramente se producirán repetición de argumentos ya expuestos, pero he querido ir paso a paso, partiendo de nuestra condición animal, aunque fuera a costa de algunas iteraciones. Me interesa mostrar el encadenamiento del proceso.
Para abordar correctamente el problema tendremos que empezar por la base. Los humanos somos animales necesitados. Nuestra diferencia específica es que somos animales constituidos, como tales animales, por la competencia lingüística. Eso quiere decir que nuestra condición lingüística es nuestra estructura animal para sobrevivir y competir en el medio. Nuestra condición lingüística no significa, ni nos autoriza a suponer que somos algo más que animales como los restantes vivientes. Que los humanos nos interpretemos como un compuesto de cuerpo y espíritu o como un compuesto de animal y racionalidad está provocado por nuestra noticia de la dimensión absoluta, DA, pero esas interpretaciones entran en el ámbito de la creencia o de los supuestos filosóficos intocables, incompatibles con las sociedades de conocimiento.
Nuestra competencia lingüística tiene una grave consecuencia en nuestra relación con lo real y con nosotros mismos. La lengua nos lleva a distinguir entre el significado que tienen las realidades para nuestra vida y lo designado. Distinguimos la cosa y su significado. Eso supone que, por la estructura de la lengua, diferenciamos la dimensión de la realidad que tiene que ver, directa o indirectamente con nuestra vida de vivientes, y eso de ahí que da pie a los significados pero que no son los significados.
El efecto central de la lengua es que nos hace comprender y vivir una doble cara de todas las realidades que vivimos: una en función de nuestras necesidades, la dimensión relativa (DR) y otra que está ahí sin consideración a nosotros, la dimensión absoluta con relación a nosotros (DA).
Gracias a la doble dimensión tenemos un acceso flexible a las realidades de nuestro medio. Al vivir las dos dimensiones, vivimos también que una cosa son las realidades y otra los significados que tienen para nosotros. Esa vivencia es como mínimo implícita en todos los humanos, porque si no, no podríamos cambiar de modo de sobrevivir, ni cambiar nuestros patrones culturales, ni podríamos hacer ciencia, ni arte, ni religión. Los animales, al no ser lingüísticos, no tienen doble dimensión en su acceso a lo real y, por consiguiente, no tienen flexibilidad. Actúan regidos por su programa genético con unos márgenes más o menos amplios de aprendizaje en cuestiones siempre relacionadas con su programa genético.
Si esto es así, en toda realidad vemos las dos dimensiones, aunque quede en el terreno de lo implícito. En todo DR se ve y vive también la DA. La DA no se presenta jamás si no es en alguna realidad de DR.
DR y DA no son dos realidades sino dos ámbitos de la misma realidad. Por tanto, siempre que se da DR, en el orden que sea, se la DA.
La doble dimensión, que es un efecto del uso de la lengua, es la causa de nuestra flexibilidad con respecto al medio. Gracias a la doble dimensión podemos cambiar la valoración e interpretación del medio, cuando sea necesario o conveniente.
Esa raíz de la flexibilidad tiene como consecuencia que seamos una especie animal sin una naturaleza fijada de una vez para siempre, como los restantes animales. Tenemos una naturaleza, que no está fijada más que en unos elementos mínimos; es una naturaleza que es una no-naturaleza. Los elementos fijados que no podemos alterar, aunque no estén fijados los modos de ejercerlos son: nuestra condición simbiótica, nuestra condición sexual, nuestra fisiología y nuestra condición lingüística.
Tenemos que construir, con la lengua, las modalidades en las que ejerceremos nuestra condición simbiótica, la sexual, cómo sobreviviremos y cómo nos comunicaremos, esta será la función de un proyecto axiológico colectivo (PAC).
Todo colectivo humano tiene que hacerse un proyecto axiológico de vida (PAC), según sea el modo de sobrevivencia. Todo colectivo tiene que hacerse viable construyendo un PAC; si no lo hiciera, serían animales inviables. Al construirse el PAC se establece para el colectivo una naturaleza humana y una interpretación del medio. No puede haber colectivo humano sin PAC. El PAC establece el modo de operar, la valoración e interpretación de la realidad y el modo como concretar la simbiosis, es decir, la organización.
En el PAC especialmente, y más que en las restantes realidades, el colectivo tiene noticia de la dimensión absoluta, DA, e incluso en las sociedades preindustriales, se establecen modos de concienciar, cultivar y ritualizar el cultivo de la DA. Este es el papel de las religiones.
Esa noticia cultivada de la DA que, por su carácter absoluto, no es construcción humana, en las sociedades preindustriales se la interpreta como desde una fuente externa a las construcciones de dimensión relativa, DR, se la atribuye a antepasados sagrados, dioses, o a una naturaleza humana e intocable.
El espíritu es una creencia basada en esa experiencia de la DA, en el colectivo y en los individuos. La racionalidad, como diferencia específica humana, es un supuesto filosófico que debería ser explicado como un manejo peculiar de la lengua, la que llaman metalengua científica. Esa metalengua se construye eliminando los elementos axiológicos, significativos para el viviente, de las unidades semánticas y de sus relaciones. La metalengua científica se diferencia de la metalengua axiológica en que esta última es un tratamiento de la lengua cotidiana en la que se pretende poner de relieve precisamente lo que la metalengua científica procuró eliminar: los elementos axiológicos, lo que hay que evitar y lo que hay que desear. Lo hace por medio de contraposiciones de valor, con un tipo especial de estructura fija con la que se construyen narraciones motivadoras y cohesionadoras. Ese es el instrumento de la construcción de PACs.
Todo PAC implica un sistema de comportamientos con prestigio. En el caso de las sociedades preindustriales ese comportamiento se vive como legado y mandato de los antepasados sagrados o de los dioses. Se interpreta así, porque la vivencia de la DA en el seno del PAC de las sociedades estáticas lo exige. Así los comportamientos, la ética que se deriva de los PACs tiene fundamentación sólida, sagrada, absoluta.
En la DA, considerada en sí, como si se diera alguna vez fuera de DR, no hay ni bien ni mal, pero la DA se muestra siempre como la 2ª dimensión del PAC, como la dimensión absoluta con respecto a nuestra condición de vivientes, como una resonancia absoluta de todas nuestras modelaciones, sean del tipo que sean. Las modelaciones sobre los mundos inmensos están hechas a la medida de nuestras necesidades en un modo concreto de sobrevivencia. Así en todo sistema de vida colectiva se muestra esa dimensión que es el misterio de la inmensidad de los mundos sobre el que se construye la modelación, gracias al PAC.
Así fue mientras vivimos preindustrialmente. En la vida preindustrial había una relación axiológica con el medio del que se sobrevivía. Piénsese en la caza, en la agricultura, en la ganadería, en las ciudades artesanales de la edad media.
Cuando vivimos a través de las tecnociencias, la relación con el medio del que vivimos es abstracta, mediada por teorías abstractas y máquinas. Este hecho, cuando se generaliza tiene consecuencias:
-en las nuevas sociedades habrá que reconocer explícitamente la doble dimensión;
-tendremos que reconocer la pretensión de la doble dimensión y sus consecuencias: la flexibilidad y dejar la naturaleza humana indiferenciada;
-reconocer que la doble dimensión es una consecuencia de nuestra condición de animales constituidos como tales por la lengua;
-tendremos que reconocer que los PACs son construcciones nuestras y solo nuestras;
-tendremos que reconocer la necesidad de cultivar la doble dimensión y cultivar la DA para adaptarnos a las sociedades de innovación y cambio continuo acelerado;
-habrá que comprender que las éticas (sistemas de comportamiento) derivan de los PACs;
-que para que un sistema de comportamiento, una ética, sea eficaz tiene que llegar a la sensibilidad;
-dicen los sabios que cada animal es un sentir. Su programación es inconsciente para él, pero no su sentir respecto a lo que acota esa programación, individualiza y presenta como estimulación a su programa genético;
-nosotros, por nuestra condición primaria de animales también tenemos un mundo que es un sentir, eso significa que si se construyen sistemas éticos que se mantienen en el lenguaje abstracto de las metalenguas científicas, no podrá llegar al sentir humano, y sin llegar ahí, los sistemas éticos no resultan operativos;
-que, si se quiere pensar en una ética universal, esta tendrá que derivarse de un PAC universal (cómo queremos vivir los humanos con unas tecnociencias en crecimiento exponencial, con creación de nuevos productos y servicios, también creciendo exponencialmente);
-que a partir de ese PAC universal podrán formularse principios éticos abstractos universales;
-que esos principios éticos universales abstractos no serán operativos, pero orientarán sobre los rasgos que deberán cumplir los PACs particulares (nacionales, empresariales, de organizaciones de todo tipo, culturales, etc.)
El PAC general y los PAC particulares deberán llegar a la sensibilidad de los colectivos y de los individuos, mediante narraciones, símbolos, rituales, etc.
Para que los PACs cumplan su función y para que el sistema de comportamientos que le acompaña sea operativo, los colectivos tendrán que aprender a construir sus propios PACs y aprender a construir sus propias narraciones.