Crisis de la Vida Religiosa en Europa

Llamado a la Vida Religiosa mundial.

 

José María Vigil. Teólogo de la Asociación Ecuménica de Teólogos y Teólogas del Tercer Mundo.

Lo que está ocurriendo en Europa en este comienzo del siglo XXI en la Vida Religiosa (VR) católica es digno de una atenta consideración. Aunque en este texto nos centramos principalmente en la VR, y sobre todo en la española, pero tenemos presente la problemática mayor que afecta al cristianismo como un todo y a la religión en general en Europa.

I. VER

a) Estadísticamente

Hablando a partir de sus cifras, se puede decir que la VR católica de Europa sufre un “colapso”. A quien no haya estado por allí, ésta puede parecerle una palabra desmedida, pero hablando históricamente, creo que es una palabra adecuada. Hace ya varias décadas que las vocaciones escaseaban, pero en los últimos años se puede decir que, simplemente, no existen. Las escasísimas que todavía se dan son realmente la “excepción que confirma la regla”.

Ya hace años que en la revista Sal Terrae, hablando de los agentes de pastoral en España, José María Mardones constataba que se disponía allí ya de muy poco “juego de cintura”, y que la situación estaba acercándose a un punto de “no retorno”… Hoy, sobrepasado ya aquel punto, la situación ha ido más allá: ahora se trata simplemente de preparar el “aterrizaje” de conclusión del vuelo, porque todo indica que en Europa Occidental está ya próximo lo que sería una virtual desaparición de la VR como un protagonista vigoroso y relevante en la sociedad y en la Iglesia , tal como lo había sido hasta ahora.

En un colectivo humano no sólo importa el número de miembros, sino su edad. La VR de España ha alcanzado los 65 años de media , la edad precisamente de la jubilación. Ello hace que, en buena parte, el colectivo religioso no goza de la mejor salud: es obvio que la mayor parte de sus miembros no tiene ya flexibilidad para cambiar, capacidad para renovarse en profundidad, disposición para adaptarse a nuevas circunstancias, posibilidad para plantearse caminos nuevos o -mucho menos- reformas radicales… El problema de la edad (y de la correspondiente falta de vitalidad) es tan grave como el de los números decrecientes de la VR actual .

Son muchas las congregaciones que están en trance de unificar y reducir comunidades y sus organizaciones regionales, a causa de la grave carencia de personal autóctono: es un hecho contundente que los/as jóvenes no optan por esa VR y que, en lo que a personal nativamente europeo se refiere, la VR europea se extinguirá prácticamente en una o dos décadas si algo muy profundo no cambia.

En las sociedades tradicionales de África y Asia, por el contrario, sigue dándose abundancia de vocaciones. En algunos de sus países, el auge vocacional que todavía se vive es tal, que los gobiernos generales de las congregaciones se ven obligados a imponer en los seminarios restricciones en el número de admisiones. Países que destacan como fuentes de vocaciones son, por ejemplo, India y Nigeria ; Polonia dejó de serlo en cuanto se adhirió al neoliberalismo.

Sólo por hacer una comparación con nuestro continente latinoamericano, hasta hace sólo unos años, creíamos que la “secularización” no acaba de hacer sentir su huella en la VR del Continente. Las vocaciones a la VR seguían firmes y constantes. Sin embargo, casi con exactitud a partir del año 2000, por toda la piel de AL se ha notado un estremecimiento: la mayor parte de las congregaciones -femeninas y masculinas- perciben señales de la presencia de una nueva tendencia en las vocaciones, claramente “a la baja”. La VR en AL simplemente “se mantiene” (ya no crece ni “exporta”) y la estimación prevista es que acaba de comenzar una “nueva época”, que va a transformar la sociedad latinoamericana a imagen de la “secularización” europea, y que a la larga va a llevar a la VR por los derroteros que sigue la de Europa…

b) Institucionalmente

Muchos teólogos que afirman que la VR católica se halla en una situación de cautividad institucional. Siendo ella, por naturaleza, claramente carismática y profética, la institución eclesiástica oficial logró encuadrarla en férreos marcos jurídicos canónicos, privándole de toda posible libertad profética . La VR se asimiló al funcionariado institucional, concretamente al clero, un cuerpo intermedio controlado plenamente por la institución y plenamente asimilado a ella. En un tiempo de “invierno eclesial” como el que atravesamos, la misma VR pasa por un invierno interior: la mayor parte de sus aperturas han sido sofocadas, sometidas por el control vaticano (en el proceso de la elaboración o renovación de sus constituciones, en el sometimiento de sus obras y de sus publicaciones, en la censura de la ortodoxia de sus teólogos y teólogas, en la intervención extraordinaria y extracanónica contra la CLAR y las grandes congregaciones -jesuitas, franciscanos, carmelitas…-), pero la mayor parte de los religiosos/as se encuentran cómodos con su estatuto canónico institucional. Son excepción las/os que se dan cuenta de que esta domesticación institucional va contra la esencia misma de la VR como movimiento religioso-cultural liminar .

Dado el ambiente actual, se constata un poco en todas partes que la VR está siendo gobernada por hombres y mujeres realmente “de gobierno”. “No es hora de profecía, sino de sabiduría; no es hora de éxodo, sino de exilio; no es hora de revoluciones, sino de pequeñas reformas; no es hora de macroesperanzas, sino de microesperanzas”, se dice con efecto justificativo sobre la pasividad y la connivencia. Las personas arriesgadas y creativas ya fueron siendo dejadas de lado en estas tres décadas pasadas, en una hemorragia que sólo ha cesado por agotamiento. No teniendo ya espíritus renovadores ni líderes proféticos, las congregaciones acaban eligiendo a personas “de gobierno”, “de Iglesia”, “del sistema”, que sepan acomodarse sin tensiones al invierno eclesial y que aseguren una vida sin conflictos.

La VR, como institución colectiva, ya no es -ni nadie la mira como- una fuerza moral protagonista en la sociedad europea. Es más bien un colectivo que hace tiempo ha pasado a ser marginal, sin liderazgo social, ausente de los foros importantes donde se juega la opinión pública y el futuro, y su intervención está siempre más cercana a la derecha, al conservadurismo, a las fuerzas sociales de rémora que a la utopía y a la invención del futuro nuevo. Ni siquiera en el actual debate social sobre la religión en la sociedad en transformación destaca con una aportación cualificada, reduciéndose la suya más bien a una reivindicación de una influencia privilegiada, con frecuencia por encima del respeto al carácter democrático y secular de la sociedad.

Es llamativo que, por ejemplo en la católica España, la VR está mayoritariamente identificada con la derecha política ética y económica, situada a la defensiva, y su marco natural, la Iglesia, figura entre las instituciones con menor credibilidad en la sociedad .

c) Espiritualmente

Creo que se puede afirmar sin temor a exagerar que el conjunto de la VR en Europa no es de ninguna manera un colectivo rebosante de vida, efervescente de inquietudes y creatividad, lleno de propuestas para descubrir los rumbos del futuro… Al contrario, como conjunto (no en teoría, sino en este momento) aparece a veces como un desierto intelectual, incluso en teología. Pocos opinan, nadie debate, nadie se atreve a apuntar una posible salida o arriesga al menos una nueva interpretación… Ni se espera ni se desea siquiera que nadie lo haga. La Iglesia católica está todavía bajo el pontificado del miedo, como lo suele llamar González Faus. Lo que en otro tiempo (el conciliar por ejemplo) hubo de diálogo y de efervescencia espiritual, se agotó por inanición y hasta por represión, y ahora ya no hay nada transcendente de qué hablar; simplemente se trata de “hacer tiempo”, de “esperar a Godot”, sin querer dar razón de qué sea lo que se espera y a la vez se teme…

No es que estén “las espadas en alto”, en un contencioso con la sociedad, o en una polémica teológica intraeclesial no resuelta… Simplemente hay una gigantesca indiferencia y apatía. Sociedades europeas que hace 50 años sobrepasaban porcentajes del 80% de pertenencia cristiana, hoy han dado la espalda masivamente al cristianismo y ya no se interesan por él. En este contexto, la VR, como la misma Iglesia católica, se siente abandonada como en un divorcio en la vejez: ya no hay siquiera con quién discutir; la vida emigró con los jóvenes a otros lares, y a los mayores sólo les queda disfrutar de una merecida jubilación.

Podrá parecer ésta una descripción muy negativa sólo a quien le encuentre desprevenido. Quien se haya asomado al tema más de una vez la encontrará -lo creo sinceramente- realista, aunque dolorosa. La VR en Europa está no sólo en un período de crisis, sino en un período crítico, grave, tal vez “terminal” en lo que se refiere a VR “realmente europea” (no VR “en” Europa) . Pero esta situación, mirada con esperanza cristiana, no deja de ser un “kairós”, una oportunidad que llama, que despierta, convoca y desafía.

Hace falta señalar que estos juicios generales resultarían falsos e injustos si se interpretaran al pie de la letra, pues no quieren desconocer el inmenso servicio social que la VR presta a la sociedad, la excelente buena voluntad y la generosidad personal de las religiosas/os, en comunidades beneméritas y hasta heroicas en medio de la secularizada sociedad europea. Nos estamos refiriendo sólo a un tipo de rasgos generales del conjunto, sin negar lo mucho bueno que también se da en lo particular.

II. JUZGAR

El problema no es de la VR sino de la Iglesia

Dicho sea ello en descargo parcial de la VR. Ésta sufre y comparte la crisis global que sufre el cristianismo. La VR forma parte -y parte cualificada- de la Iglesia, y no puede escapar a la crisis de su marco global eclesial de referencia.

La VR no puede ser considerada aisladamente, libre de responsabilidades ajenas. La VR forma parte de un paquete, y el todo está en la parte. Cada elemento de la VR está cargado de historia, de referencias atávicas, de sustratos ancestrales que emiten inconscientemente un no declarado pero bien percibido sentido de pertenencia al mundo premoderno, medieval y hasta precristiano…

Por ejemplo, ¿cómo interpretar hoy la obediencia, la castidad, la clericalización (incluso en la VR femenina), la misión, la relación con la Iglesia… logrando prescindir de los orígenes monacales, de las perspectivas medievales, de los supuestos mitológicos, de los valores premodernos, de las tendencias espiritualistas, monárquicas, antidemocráticas, enemigas del cuerpo, contrarias a la libertad, a la realización humana… elementos todos ellos obsoletos que hasta hoy mismo han figurado en la esencia proclamada y vivida de la VR? ¿Es posible una relectura de la VR “libre de las cadenas del pasado”? ¿O, después de pasar varios milenios encadenados a unas tradiciones seculares, hoy, en una época de cambio, ello sólo será posible comenzando un edificio de planta nueva?

La VR lleva en cada pieza de su bello mosaico, una riqueza enorme de referencias que pertenecen a una institución (la Iglesia, y más ampliamente, la religión) que está en crisis. Por mucho que quiera, no puede desprenderse ni desentenderse de esa crisis, a no ser que se desmarque de ella con una clara ruptura profética, lo que no está en capacidad de hacer.

Pero demos un paso más.

El problema no es del cristianismo, sino de la religión

Sea dicho también esto en descargo también parcial de la Iglesia y de la VR: la crisis que el cristianismo atraviesa actualmente en Europa no es crisis del cristianismo en cuanto tal, sino crisis del cristianismo en cuanto religión. Hasta hace poco tiempo hablábamos de la crisis del cristianismo. Hoy nos damos cuenta de que ésta se sitúa en un nivel más profundo: es la religión misma la que está en crisis. Si la religión histórica europea hubiera sido otra, ésa otra sería la que estaría ahora en jaque. Lo que en Europa está en cuestión no es el cristianismo sin más, sino “la forma de ser religiosa la humanidad” que ha prevalecido desde el comienzo de la sociedad agraria, sociedad agraria cuyos últimos vestigios están llegando a desaparecer en vastos sectores de Europa, siendo éste un fenómeno que se da por primera vez en la historia.

Las “religiones” se han mantenido en estos diez mil años como la forma religiosa propia de la sociedad agraria. En el cambio socio-cultural actual, la sociedad comienza a dejar de ser agraria, y tiene que dejar, inevitablemente, la “figura agraria de la religión”, que se le hace inasequible. Si se nos entiende, las “religiones”, como la forma antropológico-socio-cultural que la espiritualidad humana asumió durante estos diez milenios pasados, van a desaparecer. La religiosidad, la espiritualidad humana, va a continuar, va a perdurar, pero transformándose, sufriendo una mutación o metamorfosis de la cual emergerá tal vez irreconocible.

Esto es más largo de justificar, y aquí no pretendemos hacerlo. Pero para quienes comienzan a vislumbrar esta “visión” las cosas comienzan a aclararse: un mundo -el mundo agrario- está muriendo, se está hundiendo, irreversiblemente. En ese Titánic se están hundiendo muchas cosas. No se acaba la vida, no, ni se hunde la espiritualidad. Se hunden, sí, unas formas, una figura histórica, todo un vehículo sociocultural, que está ya herido de muerte, aunque su agonía se adivina que será larga…

La VR es una institución que forma parte de la Iglesia católica, que a su vez está configurada dentro de una forma de religión que, socioculturalmente hablando, está en declive, en el sentido histórico-epocal que estamos queriendo precisar. Es bien probable que, como decía Tillard,

“si no somos los últimos religiosos, es seguro que somos al menos los últimos representantes de una ‘figura histórica’ de ser religiosos que sí está agotada”.

Como las empresas que quieren sobrevivir en un mercado agresivo, la VR debería hacer una inmensa inversión en investigación, en creatividad, con recursos humanos, en nuevas experiencias… para tratar de captar las formas en que pueda cristalizar en la nueva sociedad la esencia más profunda de la VR, que tal vez vaya a sobrevivir, pero despojada de todo residuo de formas sobrepasadas históricamente. Lamentablemente, no es eso lo que está haciendo la VR.

El problema no es de Europa sino de las sociedades avanzadas

Lo que se está dando en Europa, no se está dando allí como algo propio de su idiosincrasia histórica peculiar, sino como fruto de la transformación socio-cultural que se registra en ese continente debido al tránsito desde la sociedad agraria y postindustrial que desaparecen, hacia la sociedad tecnológica y del conocimiento que está comenzando a establecerse allí definitivamente. Si esta transformación socio-cultural se estuviera dando en el sudeste asiático o africano, sería allí donde se estaría dando la “crisis de la religión”. La crisis no es pues identitariamente “europea”.

El caso es que esta transformación socio-cultural se va a extender a todo el planeta tarde o temprano -más temprano que tarde, dada la situación de mundialización y unificación creciente de las comunicaciones-. Y no es que la crisis que se está dando en Europa vaya a ser exportada por ese continente, sino que la misma crisis se está gestando autóctonamente en todas las regiones del planeta, en la medida en que entran en esa misma fase de sociedad avanzada, despojada de infraestructuras agrarias -económicas o culturales-.

Por todo ello, el problema de la VR europea no es de ella en cuanto europea, sino en cuanto VR que vive y está inculturada en una sociedad en mutación cultural. Los religiosos/as africanos o asiáticos, por ejemplo, que se trasladen a Europa, probablemente podrán ayudar a la Iglesia y a la VR a prolongar lo tradicional que hoy se está hundiendo, pero es improbable que puedan ayudarle a abrir los nuevos caminos que la VR europea autóctona no está sabiendo abrir en la nueva sociedad europea actual. Las misiones europeas de los siglos pasados hacia el Sur iban de sociedad más avanzada hacia sociedades menos desarrolladas; la misión en sentido contrario no es probable que tenga éxito en un momento de profundo cambio cultural. Este cambio sólo lo puede asumir y sólo le puede dar respuesta creativa quien lo conozca y lo haya vivido desde dentro y sepa acogerlo con empatía y le dé respuesta con creatividad.

Ya no “puesta al día”, sino “mutación”

La conciencia de toda esta problemática es nueva, y, como concordará el lector, absolutamente minoritaria. Lo que más extendido está es el desconcierto ante la situación actual. Todos perciben que algo insospechado está ocurriendo en la profundidad, pero parece ser de una magnitud tan amplia que nadie logra detectarlo, imaginarlo y/o expresarlo. Por eso estamos quizá en un compás de espera (aparte del innecesario parón obligado por “final de pontificado” que vive la Iglesia católica), sin que nadie se atreva a aventurar nuevas interpretaciones.

Pero creo que ya se puede decir esto: estamos en un cambio de rasante. Estamos en el momento en que aparece ante nuestros ojos todo un nuevo horizonte, y el viejo paisaje se empequeñece, se relativiza y empieza a desaparecer. La problemática ha cambiado profundamente. El punto de referencia para resolver los problemas ya no se ubica en el pasado, como ocurría en estas cuatro últimas décadas en que hemos estado mirando al Concilio Vaticano II, sino que ahora exige “romper” con un pasado que se hunde, y crear un nuevo presente con el ancla puesta en un nuevo futuro, esencialmente diferente.

Me explico. En las dos últimas décadas hemos pensado que el gran error oficial ha sido revertir el Concilio Vaticano II, y teníamos razón. Pero las cosas han cambiado. Ése fue el principal error, pero ya no se puede decir que sea el mayor problema ni siquiera el primer remedio. La dificultad última (la más profunda), de la que sólo ahora estamos tomando conciencia y que poco a poco va a pasar a primer plano, no es ya el “aggiornamento” conciliar frustrado y pendiente, sino la “mutación” que ya está en curso. Después de 40 años, debemos dejar de mirar al Concilio como principal referencia. El “mundo moderno” con el que el Concilio dialogó, ya no existe: estamos ante otro interlocutor. La “puesta al día” conciliar pendiente, aunque fuera ahora realizada, quedaría totalmente desfasada. El problema no es sólo que desapareció el mundo moderno, sino que, mucho más en la profundidad, lo que está desapareciendo es incluso el mundo agrario que posibilitó un tipo de “religión” como el cristianismo… Todo un Titánic se está hundiendo, y es inútil dar coces contra el aguijón queriendo arreglarlo, reflotarlo o reconducirlo. El problema ya no es de reforma, de reorientación, o de puesta al día, ni siquiera de “refundación”, sino de mutación, de metamorfosis, de refundición.

Si no entra en estas perspectivas macro, la VR puede quedarse en achicar el agua sin dejar de hundirse cada vez más, encadenada a la pequeñez de su propia visión. Sus instituciones actuales, en cuanto pertenecientes a una “religión” en declive, no van a poder menos que declinar, inevitablemente. Aunque gozara de buena salud, se hundiría con el Titánic en el que está embarcada. La única esperanza realista consiste en concentrarse en salvar sólo lo salvable, quedándose estrictamente con lo puesto, o mejor, desnudándose de todo lo que estorba. Abandonar lo que no se puede salvar. Dejar que muera lo que tiene que morir, lo que es bueno que muera. “Ars moriendi”.

Por lo demás, lo que probablemente podemos salvar es… lo principal: el talante de radicalidad y liminaridad religiosa, esa pulsión a vivir creativamente en la frontera, libres y desnudos, también en la sociedad desconocida “del conocimiento”, que viene para quedarse y que nos ayuda (porque nos fuerza) a despojarnos de todo lo que se está hundiendo con su llegada… Quien sea capaz todavía, que no duce en situarse hoy, con toda su radicalidad, en el borde (limen) del desafío, dando por ya muerto lo que tiene que morir (”dejando que los muertos entierren a sus muertos”), y ayudando a provocar esa “mutación” de “formas religiosas más allá de la ‘religión’”… en vez de seguir mirando, como una estatua de sal, hacia arriba (lo que quieren o no quieren dejarnos hacer) o hacia atrás (tratando de salvar tradiciones que van a morir).

ACTUAR

Sólo unos apuntes cuasitelegráficos respecto al actuar, dejando que cada quien deduzca en su situación concreta sus propias conclusiones operativas.

La crisis de Europa es un nuevo “lugar teológico”.
Si durante las tres pasadas décadas el cristianismo mundial ha mirado a América Latina, ha llegado el momento en que también lo que está aconteciendo en Europa ha adquirido una relevancia teológica y un significado religioso que amerita que el cristianismo mundial mire a ese continente y vea en ese espejo una aproximación de lo que puede ser su futuro.

Lo que hoy vive Europa lo van a vivir -a su modo- los demás continentes, y lo que experimenta el cristianismo europeo lo van a experimentar las demás religiones en el futuro. Debido a la ósmosis cultural que crean las comunicaciones actuales, tal vez el tercer mundo lo vivirá antes de que llegue a un nivel de desarrollo postindustrial adecuado, lo cual será incluso más complicado, por “equizofrénico”: buena parte del Tercer Mundo pronto va a convertirse en una sociedad con una mentalidad “post-religional” (postindustrial y “del conocimiento”) en medio de una sociedad con una infraestructura agraria o simplemente industrial…

La “misión hacia Europa” no es la solución.
La VR europea no resolverá su crisis “importando” religiosos y religiosas jóvenes del tercer mundo, o de cualquier otro lugar, como la Iglesia europea no va a resolver su futuro “importando” seminaristas diocesanos latinoamericanos o africanos, por ejemplo. Estos seminaristas, y aquellos religiosos/as jóvenes, podrán ayudar a mantener en pie las actividades clásicas, el culto, la vida parroquial, la religiosidad popular… es decir, lo tradicional, “lo de siempre”, o sea, precisamente lo que está muriendo. Pero no será fácil que los jóvenes extranjeros importados aporten a la construcción de una “religión sin religión” propia de la sociedad avanzada, un lenguaje que brote en ella como el fruto maduro de la crisis misma de la religiosidad clásica vivida en toda su intensidad. A la pervivencia (que tal vez no a la sobrevivencia) de la religiosidad clásica europea podrán ser útiles las ayudas del tercer mundo. A la creación de una expresión religiosa sustancialmente nueva, en coherencia y en respuesta creativa a la crisis europea de la religión, sólo podrán ayudar quienes la hayan vivido y comprendido desde dentro en toda su profundidad.

Con la VR europea acontece otro tanto: con la importación de religiosos/as de otros continentes se puede mantener la presencia de la VR en Europa, pero de una VR que seguirá sin “entrar” verdaderamente en Europa, sin “fundar” comunidades que estén realmente presentes y encarnadas -no sólo física, sino mental y espiritualmente- en el nuevo modelo de sociedad avanzada postindustrial, que es la sociedad que rechaza la vieja forma de VR. Ésa es la única “refundación” que puede tener futuro .

Si la VR fuese una empresa multinacional sumida en la crisis, se jugaría la principal partida de su presupuesto en investigación y creatividad, para lograr sobrevivir en un mercado que se transforma rápidamente. Si la VR tuviese visión de futuro, invertiría sus principales energías y sus mejores recursos humanos en reinventar su futuro, en investigar la verdadera naturaleza de la crisis actual, y en asumir cualquier riesgo que fuera necesario apostando con fuerza por el futuro… Los religiosos tendrían que ser expertos en temas como la crisis religiosa actual, el cambio cultural que el mundo está dando en las sociedades avanzadas, la crítica seria a la religiosidad clásica tradicional, la crítica rasgada a todo lo que hay que abandonar antes de que hunda más a la religión clásica, la reconsideración profunda de la naturaleza de la religión… Y no deberían ser sólo expertos teóricos en estos temas, sino unos especialistas prácticos, comprometidos en su experimentación. Nada de esto nos parece estar sucediendo.

Es necesario respetar los ritmos y las horas de cada quien. Hay personas, generaciones e instituciones que ya han cumplido su misión. Nuestras horas no sincronizan con las de la historia. Hay que saber aceptar la hora de morir, hay que aprender el “ars moriendi”, el arte de morir : sin amargura, con esperanza, haciendo posible que de la propia muerte brote vida para los que vienen detrás, tratando de depositar la antorcha a otras manos, con confianza…

Pero también hay que aprender el “ars vivendi”, el arte de vivir la propia hora, el propio kairós histórico, sin entretenerse nostálgicamente oyendo el “más cerca oh Dios de Ti” en la popa del Titánic. Hay que saber arrancarse del pasado y emigrar al futuro, dejar de mirar recomponer lo que no tiene arreglo, y atreverse a pensar por sí mismo, a vivir personalmente, “aunque no se tenga permiso”

¿Refundación o refundición? Refundación ya se ve que no es. La historia de los últimos 15 años lo demuestra por la escasez de resultados de la refundación de quienes la han intentado dentro del mismo sistema. Sólo refundiendo en el fuego del crisol el hierro pesado que nos lastra, y fundiéndolo en moldes nuevos, fuera del sistema que se hunde, puede haber futuro. No más intentos de re-fundar, repetir el pasado; lo que hace falta es una “mutación”, un cambio sustancial.

¿Y en AL? Clásicamente el “enemigo” depredador del catolicismo en AL eran las “sectas”. Llevamos unos pocos años en que se empieza a decir por aquí y por allá que está surgiendo otro: la indiferencia. Ha comenzado un intenso goteo continuo de fieles latinoamericanos que abandonan la Iglesia católica, pero no para irse a los nuevos movimientos religiosos, sino para pasar al indiferentismo… Esto no ha hecho más que comenzar, y va a agravarse crecientemente en los próximos años. Como ya hemos dicho, no es problema de la VR latinoamericana… sino de “la religión” en la sociedad actual, que está en trance de un cambio profundo cultural, de mutación sustancial. Aunque incipiente, esto ya es una realidad en nuestro Continente latinoamericano. Una VR que no analice esta situación con toda atención y que no tome en consideración los factores más profundos que están en juego, no podrá resolver sus problemas ni los problemas ajenos, simplemente porque no los estará siquiera planteando correctamente…

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