¿Qué puedo hacer, oh musulmanes?, pues no me reconozco a mí mismo. No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.
No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar. No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.
No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego. No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.
No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia. No soy del reino de Irak, ni del país de Khorasan.
No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno. No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, Ni Rizwan.
Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la Sinseñal. No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno; Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.
Él es el primero. Él es el último. Él es el exterior. Él es el interior. No conozco a otro aparte de ‘Ya hu’ y Ya man Hu’ (*).
Estoy embriagado con la copa del Amor, los dos mundos han desaparecido de mi vista; no tengo otra cosa que hacer más que el jolgorio y la jarana.
Si alguna vez en mi vida pasara un momento sin ti, por ese tiempo y esa hora me arrepiento de mi vida.
Si alguna vez en este mundo consiguiera un momento sin ti, pisotearé los dos mundos, bailaré en triunfo para siempre.
Oh Shams-i Tabriz, estoy tan borracho en este mundo, que salvo la embriaguez y el jolgorio no tengo cuentos que contar.
(*)‘Ya hu’: ‘Oh Él’, ‘Ya man Hu’: ‘Oh Él que es’
Maulana Yalal al-Din Rumi
Poemas sufíes. Ediciones Hiperión, 1988