La crisis axiológica que estamos sufriendo es la más grave que ha sufrido la humanidad en su larga historia. ¿En qué se fundamenta esta afirmación? En que tenemos que realizar un tránsito que jamás ocurrió en el pasado: pasar de programarse para no cambiar y bloquear todo posible cambio de importancia y toda posible alternativa, a tener que programarse para fomentar, mantener y motivar el cambio constante.
En este tránsito, que nos resulta inevitable, se levantan graves preguntas: ¿Es posible ese tipo de programación de cambio continuo para unos vivientes? ¿Es posible para los humanos vivir libres de toda sujeción a formas? ¿Dónde habrá que hacer pie, social e individualmente, para poder vivir en libertad completa de sumisión a fórmulas y formas intocables, y para poder cambiar lo que convenga y cuando convenga? ¿Es posible, a unos pobres vivientes como nosotros, vivir en esa continua vaciedad de puntos de apoyo fijos y en la continua creatividad?
Tenemos experiencia de que algunos individuos son perfectamente capaces de asumir esa situación sin que les suponga un desequilibrio psíquico, porque así viven los verdaderos científicos y los verdaderos artistas y me atrevería a decir, que así viven los auténticos hombres de cualidad pero ¿es eso posible para colectividades enteras?
Todas estas graves preguntas no hacen más leve la dura crisis axiológica que estamos sufriendo, que es la matriz de todas nuestras restantes crisis: la moral, la política, la económica, la social, la familiar, la individual, la religiosa.
Tenemos un grave problema con lo axiológico en general, y no tenemos ningún saber sobre cómo manejarnos convenientemente en ese asunto tan central y básico para unos seres necesitados como nosotros, que precisan ser orientados para poder vivir.
Nuestros antepasados ni pudieron tomar conciencia de que construían ellos mismos sus propios proyectos axiológicos, porque lo hacían a lo largo de milenios, ni tampoco debían tomar conciencia de ello, debían prohibírselo, porque hubieran quebrado su intocabilidad. Los procedimientos para asentar su absoluta intocabilidad podríamos decir que eran ardides del sistema de programación de sociedades estáticas.
Las primeras sociedades industriales modificaron de esos programas colectivos, sólo lo que era inevitablemente necesario, pero continuaron manteniendo la intocabilidad, tanto de lo alterado como de lo mantenido, atribuyéndolo a la naturaleza misma de las cosas o a la marcha necesaria de la historia.
Nosotros tenemos que construírnoslos sabiendo que nosotros mismos somos los constructores. Necesitamos autoprogramarnos, para motivarnos, edificar nuestro sentido de la vida, nuestra conexión colectiva; necesitamos construir una base sólida de cualidad para utilizar convenientemente nuestras tecnociencias y para dar a su crecimiento exponencial y a su enorme poder un buen uso para el bien de la humanidad y de todo los viviente en este planeta.
Como nuestros antepasados no fueron constructores conscientes de que lo eran, no nos dejaron como legado un saber sobre cómo edificar proyectos colectivos, eso era inconcebible para ellos, porque hubiera sido anular su sacralización.
Así, pues, estamos en una gran crisis axiológica, sin ningún saber sobre cómo construir nuestros proyectos. Tenemos que solventar una crisis completa y compleja, y tenemos que ser capaces de cambiar nuestros proyectos al ritmo de la marcha acelerada de nuestras ciencias y tecnologías, sin un saber adecuado para esa tarea.
Se nos plantea el problema de tener que crear un saber nuevo para manejar lo axiológico, de tener que crear una “epistemología axiológica” o “epistemología de los valores”. Con ese saber tenemos que hacernos capaces de manejar todo lo axiológico para poder crear nuestros propios postulados y proyectos axiológicos colectivos, a todo nivel, incluido el individual. Tenemos que creárnoslos nosotros mismos, apoyándonos en nosotros mismos y teniendo explícitamente en cuenta que corren a nuestro propio riesgo. Nadie ni nada nos dará ese trabajo hecho.
Tenemos que ser capaces de construir nuestra propia motivación para vivir, y una motivación tal que funcione con la misma eficacia de los mecanismos de estímulo/respuesta en los restantes animales.
Nuestras construcciones deben ser capaces de cambiar convenientemente al paso de las transformaciones constantes que las tecnociencias introducen en nuestros modos de vida, en nuestras formas de pensar, sentir, organizarnos, valorar y actuar. La necesidad de continua transformación, nos impide partir de creencias, tanto laicas como religiosas, porque las creencias fijan y nos estamos viendo forzados a movernos continuamente.
El punto de partida de todas las reflexiones que van a seguir no puede ser más que el conocimiento de nuestra naturaleza de vivientes que hablan. Ese es nuestro fundamento irrenunciable.
Nuestra programación colectiva ha de ser adecuada a un viviente, por consiguiente ha de ser axiológica. Una motivación racional sería inadecuada e insuficiente. La razón es abstracta y opera con unidades abstractas y un viviente ni se mueve ni se conmueve con lo abstracto, sino con lo concreto, con lo que entra por los sentidos y es capaz de activar el sentir. Los sistemas de motivación, nuestros sistemas de valores, no pueden ser meramente racionales, sino que deben ser concretos, como lo son nuestras necesidades.
Cabe hacerse algunas preguntas inquietantes: crear un saber sobre lo axiológico, una epistemología axiológica ¿no será crear un nuevo riesgo y uno de los más graves? Porque crear un saber de cómo se maneja el mundo de todo lo axiológico es crear la posibilidad de manejarlo para bien, pero también para mal. Ya hemos experimentado largamente los daños que puede hacer el manejo de lo axiológico en las terribles y sangrientas dictaduras del siglo XX, en las dos guerras mundiales y en las numerosas sangrientas contiendas del mismo siglo. También lo experimentamos en el pasado en las crueles guerras religiosas. Todas esas violencias fueron generadas y mantenidas por la manipulación axiológica y la propaganda masiva. Fue una manipulación primitiva por acumulación cuantitativa mediante propaganda masiva y utilizando la violencia y la represión.
La epistemología axiológica, el saber sobre el manejo de lo axiológico, podrá ser más refinada y eficaz, sin que tenga que apoyarse ni en una propaganda masiva, ni tenga que ser coercitiva, violenta y persecutoria de la disidencia.
Hay que reconocer que es un saber peligroso; pero ¿qué saber no lo es? Hay, además, una razón de peso que nos excusa de todos nuestros escrúpulos morales y nos fuerza a asumir el riesgo, buscando las maneras de evitarlo: nos hemos quedado desmantelados de proyectos axiológicos y no podemos esperar razonablemente que bajen de los cielos, ni que broten de la tierra, de la naturaleza misma de las cosas.
Tampoco podemos mantener los proyectos axiológicos del pasado, porque correspondían a sociedades preindustriales, patriarcales, autoritarias, provincianas, exclusivistas y exclusivas, que ya no existen o están en vías de desaparición. No sería bueno que esos proyectos axiológicos del pasado continuaran existiendo en las condiciones de las nuevas sociedades industriales de innovación y cambio, globalizadas.
Tenemos que construírnoslos nosotros mismos, porque sin ellos no podríamos manejar convenientemente la potente marcha de nuestras tecnociencias, ni podríamos sobrevivir.
No hay opción posible, hay que hacerlo. Y si bien se considera, ¿cuándo, en la historia, nuestros antepasados no corrieron riesgos con la construcción de sus proyectos colectivos? Los corrieron y gravísimos y cometieron enormes errores, y no sólo en el siglo XX sino también en el siglo XIX con la cuestión de las nacionalidades y antes con los terribles enfrentamientos religiosos; la lista se haría larga.
Estamos abocados a tener que construir ese saber para poder sobrevivir en las nuevas circunstancias de las sociedades de conocimiento y cambio continuo. Tenemos que asumir nuestra responsabilidad, con los riesgos que supone, como ya nos ocurre con la creación y desarrollo de las ciencias y tecnologías, a las que, por otra parte, no podemos renunciar. Una cuestión lleva a la otra.
Tenemos que construir ese saber sobre lo axiológico apoyándonos en nosotros mismos y a nuestro propio riesgo. Por consiguiente, esa ciencia axiológica debe podernos decir cómo construir nuestra propia cualidad humana y tal que sea un sólido fundamente desde el que podamos edificar nuestros postulados y proyectos axiológicos. Unos proyectos que sean a su vez de cualidad para manejar y dirigir convenientemente nuestras potentes ciencias y tecnologías, nuestras empresas, organizaciones políticas, económicas y de todo tipo.
Para construir esa cualidad humana no parece que tengamos otra solución racional que heredar la sabiduría de nuestros antepasados, sin que ello suponga heredar simultáneamente sus maneras de pensar, sentir, organizarse y vivir, porque no nos es posible en las sociedades de conocimiento y cambio continuo, globalizadas. Tenemos que poder heredar la cualidad humana de nuestros antepasados e intentar encontrar los medios de cultivarla, pero de forma adecuada a las nuevas condiciones culturales.
La epistemología axiológica debe podernos decir cómo construir nuestra cualidad humana, individual y colectivamente, y, a la vez, cómo cultivar la cualidad humana profunda, la que nuestros antepasados llamaron espiritualidad. Sin un número crítico de hombres y mujeres dotados de cualidad humana profunda, no puede haber colectivos con cualidad humana.
La estructura de la lengua, la antropología y los sistemas axiológicos.
Nuestras investigaciones tienen que plantearse con los pies en el suelo. Los sistemas axiológicos son cosas de seres vivientes. Nuestra condición de vivientes necesitados es la base de nuestras reflexiones.
Los humanos no somos un espíritu y un cuerpo, no somos unos animales que razonan, no somos animales que hablan, nos hacemos animales viables hablando. El habla no es algo añadido a nuestra condición animal porque nuestra estructura de vivientes es nuestra estructura de hablantes.
Lo que estructura todo nuestro modo de ser vivientes es nuestra condición de hablantes. Nada hay en nuestro sistema de percepción con relación al entorno, ni al medio mismo, ni su comprensión y valoración, ni cómo comportarse con él y con los restantes miembros del grupo o con los otros vivientes, que no esté delimitado, estructurado, constituido por la lengua. También nuestras tendencias instintivas están modeladas por el habla.
No somos unos animales que tienen unos modos de sobrevivencia individual y colectiva establecidos, ni siquiera medio establecidos. No tenemos nada establecido capaz de funcionar y proporcionar unos mínimos patrones de sobrevivencia. Incluso tendencias tan elementales como comer y copular necesitan que se les marque el camino de qué comer y qué no, cómo practicar la cópula en el seno de un grupo, qué hacer con el fruto de la cópula, los hijos, cómo mantenerlos, cómo educarlos para asegurar la sobrevivencia del grupo y, por tanto, de cada uno de sus individuos que necesitan de la existencia del grupo para sobrevivir.
No tenemos las funciones de sobrevivencia ni mínimamente esbozadas para sobrevivir eficazmente. No podemos sobrevivir sin simbiosis, y no podemos ser simbióticos más que hablando entre nosotros. Y no disponemos de ningún sistema simbiótico anterior a la lengua. La lengua estructura y mantiene la simbiosis.
La lengua determina y concreta nuestras estructuras como vivientes, a partir de nuestra base biológica, que sería insuficiente para hacernos animales viables. Así resulta que nuestra estructura propia, como vivientes, la que nos diferencia de las restantes especies, es el habla. El habla nos constituye, tanto en el plano individual como colectivo. Por consiguiente, la estructura del habla es la estructura antropológica.
Si la lengua nos constituye como vivientes, la estructura de la lengua es nuestra propia estructura. Para conocer nuestra estructura antropológica tenemos que conocer la estructura de la lengua, porque la estructura de la lengua y nuestra estructura como humanos es la misma.
Los humanos vivimos en un mundo de acotaciones y representaciones lingüísticas. Nuestro mundo de percepciones concretas y de objetivaciones está construido por nuestra condición lingüística. Lo mismo habría que decir de nuestro sistema de organización y cohesión social.
Nuestro mundo objetivo, sobre el que ejercemos la percepción, que se convierte en valioso y sobre el que actuamos, es un mundo modelado por nuestra condición lingüística.
Vivimos las realidades, incluyendo nuestra propia realidad, como representaciones. Lo que no podemos representar, no entra en nuestro mundo de realidades; aunque esté ahí, delante de nosotros, no lo vemos, no lo advertimos, es como nada para nosotros.
Los humanos vivimos en un mundo construido por nosotros mismos, en un mundo de representaciones, o más exactamente, en un mundo representado. El mundo que vivimos no está ahí fuera, tal como lo representamos, está en nuestras mentes, en nuestras colectividades como resultado de nuestros sistemas de programación colectiva.
Nuestros sistemas axiológicos, construidos por nuestro hablar colectivo, tienen la misma estructura que la lengua con la que los hemos construido; nos estamos refiriendo a la estructura fundamental de toda lengua, no a la de las lenguas particulares. De forma que quien conoce la estructura de la lengua y su formalidad, conoce la estructura profunda de todos nuestros sistemas axiológicos y su formalidad.
La lengua es lo que estructura nuestra condición de vivientes, lo que estructura nuestro sistema axiológico. La estructura de nuestra lengua, que es nuestra estructura antropológica, es también la estructura de nuestros sistemas de valoración, motivación y cohesión.
Esta modelación nuestra de la realidad la damos como la realidad misma. Esa modelación determina nuestra organización y nuestra actuación. Todo ello, en unas condiciones concretas de supervivencia.
La formalidad concreta de la lengua es la formalidad en la que vivimos nuestra antropología, y es la formalidad de nuestros sistemas axiológicos.
Todos nuestros sistemas comunicativos, que son axiológicos, y que no hay que confundir con nuestros sistemas de información, que son abstractos, tienen la estructura de nuestra lengua y su formalidad.
La comunicación es transmisión y comunión axiológica; la información, por más rica que sea, es sólo transmisión de datos, pero es incapaz de una comunicación eficaz de valores y es incapaz de crear la comunión axiológica que se requiere para una simbiosis de individuos.
Por consiguiente, la estructura y formalidad de nuestra lengua natural es la estructura de nuestra antropología, es la estructura de nuestro sistema axiológico y es la estructura de todos nuestros sistemas comunicativos.
En la categoría de sistemas comunicativos hay que incluir todas nuestras artes.
De estas consideraciones se sigue que nuestra estructura de relación al medio, como vivientes, es primaria y básicamente axiológica porque somos animales y la cultura y la lengua no alteran nuestra condición de animales sino que son nuestra forma específica de ser animales. Somos animales hablantes y, por ello, culturales. Pero la lengua y la cultura realizan, viabilizan nuestra condición animal.
Tendremos que estudiar cuál es la estructura básica y fundamental de la lengua y podremos conocer cuál es la estructura básica y fundamental de nuestros sistemas axiológicos, de nuestra estructura antropológica y comunicativa en general.
La formalidad propia de lo axiológico.
Los humanos utilizamos dos tipos de formalidad: la lógica que es abstracta, y la concreta que es cualitativa y axiológica.
Hemos dicho que lo que nos constituye como animales es la lengua. La lengua natural (no la científica, ni la artística) maneja entidades concretas, cualitativas para crear un sistema eficaz de comunicación. Utiliza una formalidad concreta.
Donde está más largamente utilizada, estructurada y verificada esa formalidad concreta es en la lengua, más que en las artes, que tienen, además, una fundamentación lingüística. Además la lengua presenta otra ventaja y es que está estudiada en su formalidad propia por la lingüística, tanto en su sistema acústico, como en el semántico y el narrativo.
Desde la lingüística se puede reconocer, en todos sus detalles, esa formalidad. Debemos aprender a utilizar la formalidad concreta, tomada de las lenguas, para poder construir proyectos axiológicos con un instrumental adecuado.
Nos apoyamos en la formalidad cualitativa de la lengua para realizar nuestros estudios sobre la construcción de los sistemas axiológicos colectivos.
Nuestra atención a la lingüística tiene una preocupación fundamentalmente axiológica, por consiguiente, el aborde que hacemos de ella no es puramente formal, ni nos metemos en el terreno de los lingüistas; tampoco nos orientamos a los estudios lingüísticos que miran a la creación de inteligencia artificial. Pensamos en la lengua como instrumento que estructura la especificidad de un viviente para sobrevivir en el medio.
Eso supone que tenemos que atender a un triple nivel de la lengua: el nivel de la expresión, el nivel del contenido o significado y el nivel de la designación directamente conectada con la pragmática propia de un viviente que siempre, en último término, es axiológica.
Tareas de la epistemología axiológica.
La epistemología axiológica, o saber sobre los problemas axiológicos humanos, debe partir de nuestra condición animal. Todos los vivientes, por su condición de necesitados, tienen unas relaciones al medio del que viven, concretas, sensitivas, axiológicas. Nosotros, los humanos, estamos sometidos a esta misma condición.
La epistemología axiológica debe poder dar cuenta de nuestra peculiar naturaleza, propia de unos vivientes que están constituidos, como tales vivientes, por su condición de hablantes. Es el habla el que nos realiza como animales viables y, por consiguiente, nos constituye como vivientes simbióticos.
La lengua, que nos constituye como vivientes simbióticos viables es la propia y la adecuada a un viviente; es, pues, primaria y fundamentalmente axiológica. La lengua natural, la que no está sofisticada por procedimientos metalingüísticos abstractos, tiene que estar construida por elementos concretos, sensibles y axiológicos.
En la lengua todo es concreto y cualitativo, y la modelación de la realidad que con ella se consigue, es toda axiológica.
Por consiguiente, cualquier otro uso de la lengua, tales como las metalenguas científicas y tecnológicas, o como las metalenguas axiológicas (mitos, proyectos axiológicos, artes), deben poder ser explicadas desde los rasgos fundamentales de la lengua natural y de su pretensión.
La pretensión de la lengua natural es completar la indeterminación genética de nuestra especie y modelar la interpretación de sí mismo y del medio de acuerdo con nuestra estructura cerebral, sensitiva y activa, en unas condiciones de sobrevivencia determinadas.
Todas las formas de conocimiento y de sensibilidad, hasta las más nobles y elevadas, han de poder ser explicadas desde la base de un viviente necesitado que habla y es simbiótico. Todo parte de esta nuestra condición de vivientes culturales y revierte, de una forma u otra, en esa condición.
Todos los fenómenos cognoscitivos y axiológicos humanos tienen que poder estar enraizados en esa condición y tienen que ser explicados desde ella. La epistemología axiológica ha de poder dar razón de la aparición de los sistemas axiológicos, de la cualidad humana, de la aparición de las ciencias, de las artes y también de la espiritualidad o cualidad humana profunda.
Desde nuestra condición de vivientes hablantes, la epistemología axiológica ha de poder dar cuenta de nuestro doble acceso a la realidad, el relativo a nuestras necesidades individuales y colectivas, y el no relativo a esas necesidades o absoluto, gratuito. Ese doble acceso es el constitutivo básico de nuestra naturaleza de vivientes hablantes. Por consiguiente, se trata de un doble acceso axiológico.
Ha de poder dar cuenta, además de la funcionalidad biológica, para nuestra especie, de esa doble dimensión. No podemos olvidar que es una doble dimensión de un viviente, para vivir. Esa es nuestra estructura imprescindible para poder sobrevivir como individuos y, sobre todo, como especie que puede adaptarse a los cambios e incluso provocarlos, sin mutar su programa genético.
La epistemología axiológica debe hacer entender que sin esa doble dimensión axiológica no sería posible ni la vida humana con sus cambios frecuentes y radicales en ocasiones, ni las ciencias, ni las artes, ni la filosofía, ni la cualidad humana profunda, la que nuestros antepasados llamaron espiritualidad.
La epistemología axiológica también tiene que dar cuenta de los dos tipos de epistemologías que se han dado en nuestra especie: la epistemología mítica, que considera que nuestros mitos, narraciones teorías y palabras formulan cómo es la realidad, y la epistemología no mítica, que reconoce que lo que todas nuestras formulaciones lingüísticas afirman en mitos, símbolos, teorías científicas y lenguaje cotidiano no es como la realidad es, sino cómo debemos modelarlas para poder sobrevivir, en unas circunstancias de culturales determinadas,.
Una tarea importante de la epistemología axiológica es dar cuenta de cómo se generaron en el pasado los sistemas axiológicos colectivos en las sociedades preindustriales (mitos, símbolos, rituales) en los diversos modos de sobrevivencia preindustriales; y dar cuenta, igualmente de por qué y cómo cambian cuando las maneras de sobrevivir en el medio comportan variaciones importantes.
Ha de estudiar cómo se generan las religiones y cómo entraron en crisis cuando los cambios en las sociedades preindustriales fueron importantes.
Ha de poder dar cuenta de las transformaciones que se producen cuando desaparecen los modos preindustriales de vida, y de las consecuencias que ese cambio drástico ha supuesto para los sistemas axiológicos, para la crisis de las religiones y para el cultivo de la dimensión absoluta de nuestro acceso a lo real, de forma adecuada a las nuevas condiciones culturales.
Deberá estudiar cómo tendrán que formarse los proyectos colectivos en las nuevas sociedades de conocimiento, innovación y cambio continuo.
Deberá hacer comprender la necesidad ineludible de la creación de proyectos axiológicos colectivos para las sociedades que viven de la continua creación de conocimientos, tecnologías, productos y servicios. Una creación de proyectos que estará continuamente sometida a revisión y cambio, al ritmo del crecimiento de las ciencias y las tecnologías y sus efectos en la vida de los individuos y de los pueblos.
Tarea esencial de la epistemología axiológica es proporcionar un saber sobre lo axiológico capaz de generar normas y procedimientos para la creación de proyectos axiológicos colectivos y para extenderlos a la totalidad de los colectivos; normas para cambiarlos cuando convenga, y de forma que los cambios puedan ser aceptados con facilidad y no traumáticamente.
Debe ocuparse de encontrar formas viables de cultivo generalizado de la dimensión no relativa, gratuita de la realidad, sin la cual no es posible la cualidad humana y, menos, la cualidad humana profunda.
Para conseguir estas finalidades, la epistemología axiológica deberá estudiar con detenimiento las grandes mitologías del pasado, puesto que fueron proyectos axiológicos exitosos, acreditados y verificados durante milenios, para saber cómo los construyeron nuestros antepasados.
Hemos de poder llegar a conocer la estructura de esos proyectos axiológicos preindustriales, con ayuda de la lingüística, para saber cómo estaban hechos, qué legalidades cumplían, cuál fue su formalidad propia, cuáles sus estructuras básicas elementales o paradigma axiológico, y la relación que ese paradigma axiológico tenía con los sistemas de sobrevivencia del grupo.
Estos estudios se realizan para adquirir un saber sobre lo axiológico, que pueda estar al alcance de la sociedad, para que le permita crear los proyectos axiológicos que se necesiten en los diversos niveles de la organización y actuación colectiva.
Todo el ámbito de la espiritualidad de nuestros antepasados deberá pasar hoy por el ámbito de la epistemología axiológica.
Debe intentar precisar, lo más posible, los dos tipos de formalidad: la propia de los saberes abstractos, las ciencias, que es la lógica; y la propia de lo concreto, sensible, axiológico, que es la lógica concreta o semiótica.
Debe dar cuenta de por qué precisamos ahora de la epistemología axiológica, que no fue necesaria en el pasado, y qué funciones deberá cumplir en las nuevas sociedades industriales.
El saber sobre lo axiológico debe estar libre de toda sumisión axiológica. Precisa ser un saber abstracto. No puede partir ni de un sistema de creencias, ni de un sistema ideológico. El epistemólogo podrá creer lo que quiera o tener la opción axiológica que sea, pero no cuando practica la epistemología axiológica. La sumisión a un sistema axiológico impide la libertad y la flexibilidad que se requiere para el estudio de los sistemas axiológicos.
Quien practique la epistemología axiológica, y todos los que intervengan, de una forma u otra, en la creación de proyectos, deben tener el sentir libre
En las nuevas condiciones culturales se pueden tener opciones axiológicas, pero no sumisiones axiológicas, porque es preciso estar siempre dispuestos al cambio.
Ese saber sobre lo axiológico, y la libertad que debe siempre acompañarle, es una necesidad imperativa para el nuevo tipo de sociedad. La actitud que se exige al epistemólogo axiológico, deberán tenerla, en un grado u otro, todos los miembros de las nuevas sociedades. Libertad axiológica, creatividad y flexibilidad son las cualidades necesarias de las sociedades de
conocimiento.
Papel de la epistemología axiológica en el estudio de la dimensión absoluta de lo real.
La dimensión absoluta también es asunto de la epistemología axiológica. Todos los fenómenos axiológicos humanos son objeto de su estudio.
En una sociedad de conocimiento, innovación y cambio continuo en todos los aspectos de la vida de los individuos y de los colectivos, no se puede creer, en el sentido fuerte, tradicional y religioso. Sí se pueden tener supuestos acríticos.
En la sociedad de conocimiento se sabe ya cómo se generaron las religiones, de qué factores relativos a los modos de vida dependieron y por qué cambiaron. En esas sociedades ha sido preciso abandonar la epistemología mítica. En esas condiciones culturales el estudio de la dimensión absoluta ya no es materia exclusiva de las religiones, de sus sistemas míticos y simbólicos, ni de sus creencias y sus teologías, es materia de la epistemología axiológica.
Evidentemente la epistemología axiológica no puede tener como objeto de estudio la dimensión absoluta directamente, porque se trata de algo inobjetivable. Lo que estudiará la epistemología axiológica, con relación a la dimensión absoluta de lo real será exclusivamente:
-de qué factores depende la noticia de esa dimensión;
-qué rasgos presenta;
-cómo se cultivó en el pasado y por qué adoptó formas a la vez tan diversas y tan constantes en sociedades que vivían fundamentalmente de las mismas maneras, aunque separadas en el tiempo y en el espacio, y muchas veces sin contacto ninguno;
-cuáles son las enseñanzas de los grandes maestros de esa dimensión;
-sus coincidencias fundamentales y la diversidad de sus propuestas;
-cómo tendríamos que heredar la gran riqueza de las tradiciones religiosas y espirituales del pasado sin tener que vivir como ellos, sin creer como ellos, sin podernos adscribir a las sociedades e iglesias como ellos lo hicieron y de la manera que ellos se adhirieron;
-cómo ser fieles al espíritu de sus enseñanzas sin poder, a la vez, ser fieles a sus formas de pensar, sentir, comportarnos, organizarnos y vivir;
-qué formas dar al cultivo de esa dimensión en nuestras actuales condiciones culturales, continuamente cambiantes y globales;
-cómo vivir y organizar colectivamente el cultivo de esa dimensión que nos es imprescindible para la adquisición de la cualidad humana individual y de grupo, y que nos es necesaria para poseer la estabilidad psíquica y mental en medio de la constante movilidad.
Precisamos el cultivo de esa dimensión con urgencia para conservar nuestra condición específica, que es tener acceso a la doble dimensión de lo real, y conservar así la flexibilidad que precisamos, ahora más necesaria que en ninguna de las condiciones culturales del pasado de la humanidad.
La epistemología axiológica adquiere, en las nuevas condiciones culturales, una tarea de un calibre y de una importancia insospechada. No obstante, no hay que olvidar que es una ciencia y, como tal, es incapaz de hablar de forma adecuada para la transmisión de esa dimensión segunda de nuestro acceso a lo real, y es incapaz de transmitirla y motivarla adecuadamente.
Esa tarea continuará siendo materia, no de la epistemología axiológica, sino de la creación de sistemas axiológicos que propongan, expresen y motiven el cultivo de esa dimensión.
El cultivo de la dimensión absoluta y gratuita, es asunto de los sistemas de transmisión que se construyan teniendo explícitamente en cuenta los rasgos específicos de nuestra condición humana.
Los sistemas axiológicos deben motivar e inducir al cultivo de la segunda dimensión de lo real y deben conducir a los individuos y a los grupos a acudir a las grandes enseñanzas de los maestros de las generaciones que nos han precedido y que se encuentra en las grandes tradiciones religiosas y en las grandes corrientes espirituales de la humanidad.
Los nuevos sistemas axiológicos deben advertir de la necesidad ineludible del cultivo de esa dimensión a fin de que individuos y colectivos tengan la cualidad humana y la cualidad humana profunda que precisamos para que el poder de nuestras tecnociencias no se vuelva contra nosotros mismos y contra toda la vida en el planeta.
La epistemología axiológica es el fundamento científico y la orientación para la construcción de sistemas axiológicos adecuados a las nuevas condiciones culturales. Los sistemas axiológicos que, contando con ese saber, se construyan, serán la motivación racional para heredar toda la sabiduría de nuestros antepasados y para cultivarla en las nuevas condiciones culturales, continuamente cambiantes.
Después de ese trabajo racional de predisposición, quedará la tarea del cultivo explícito de esa dimensión, que es una dimensión cualitativa y axiológica peculiar. Los grandes maestros de esa dimensión nos dirán cómo recorrer ese camino adecuadamente.
Esquema general para la construcción de proyectos colectivos en las sociedades de conocimiento.
1º. Estudio de las condiciones generales de sobrevivencia en las nuevas condiciones culturales propias de las sociedades de conocimiento y cambio continuo, atendiendo al ámbito particular de la organización de que se trate.
2º. Formulación de postulados axiológicos.
Partir de la opción libre e inevitable por vivir en y a través de las sociedades de conocimiento. Este arranque de nuestro planteo tiene unas consecuencias necesarias que deben formularse como una cadena de postulados estructurados jerárquicamente.
La cadena podría ser la siguiente:
-Supuesta la necesaria opción por la sociedad de conocimiento hay que postular la globalidad.
-Supuesta la extensión y complejidad de nuestras ciencias y tecnologías, la interdependencia mutua y creativa de individuos y equipos es una exigencia.
-No puede haber creatividad sin libertad y sin democracia. La jerarquía y la sumisión bloquean u obstaculizan la creatividad.
-Se requiere, pues, una gran comunicación horizontal, no mera información vertical.
-La comunicación no podrá funcionar sin confianza mutua y sin equidad.
-Las diferencias de sexo, razas, opciones espirituales son impertinentes para las sociedades basadas en el conocimiento, por consiguientes, no deben existir so pena de perjudicar a la dinámica creativa.
-El crecimiento acelerado de ciencias y tecnologías exige tener explícitamente en cuenta la sostenibilidad. La globalidad debe extenderse también al medio.
3º. Construcción de proyecto axiológico colectivo mediante el cuadro actancial, partiendo de la cadena jerárquica de postulados axiológicos. El cuadro actancial no podrá construirse con narraciones, a la manera de los mitos, sino con razones bien fundadas. De una manera semejante a como lo hicieron las ideologías, pero sin epistemología mítica.
4º. Asentamiento claro de la estrategia general para llevar a las personas concretas los proyectos axiológicos construidos.
Esa estrategia general será siempre una forma de cultivo de IDS, concreta y adecuada a la situación del colectivo de que se trate; es decir, del interés, a ser posible sin condiciones, por la realidad (I); del distanciamiento de los propios deseos, temores, recuerdos y expectativas, y del condicionamiento de las circunstancias (D); y del silenciamiento del monólogo interior (S).
Deberá cultivarse también ICS: una indagación constante (I); en comunicación con los miembros del grupo y con el medio (C); en servicio mutuo (S).
IDS-ICS en están en interdependencia mutua.
5º. Determinar cuidadosamente las tácticas que deben aplicarse para conseguir implantar tanto IDS-ICS, como el proyecto axiológico colectivo de que se trate para la pretensión de la organización determinada.
6º. Para la investición semántica de los sistemas axiológicos de las sociedades de conocimiento, se tendrá que averiguar la estructura sémica radical que genera el modo de sobrevivencia desde la innovación y la comunicación en globalidad para saber cuál es la metáfora radical desde la que se investirán los diversos códigos o diversidad de dimensiones de la vida colectiva.
Como conclusión. Hemos expuesto la necesidad urgente de una epistemología axiológica y sus principales tareas. Hay que dedicar esfuerzos en su construcción. La construcción debería acabar en una oferta relativamente sencilla y práctica para que cada tipo de organización pueda construirse su propio proyecto axiológico con facilidad.
En una sociedad basada en la creatividad, la diversidad es inevitable e imprescindible. Habrá que construir un proyecto axiológico general, al que se adherirán libremente las organizaciones particulares. En las sociedades creativas de innovación y cambio no puede haber imposiciones.
En el seno de ese proyecto general se deberán desarrollar una gran diversidad de proyectos axiológicos particulares según los propósitos de los diversos tipos de organización, en los diferentes modos culturales de la humanidad.
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Marià Corbí és doctor en Filosofia, llicenciat en Teologia, epistemòleg, ha estat professor d’ESADE Business School, director del CETR