Marià Corbí. Religión, espiritualidad y cualidad humana en la sociedad de innovación

Un repaso al itinerario personal e intelectual de M. Corbí, en una extensa entrevista publicada en la revista Iglesia Viva, nº 255, (2013/3). pgs 67-82.
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Fragmento de la entrevista

– Has dicho que para nosotros no hay revelación como la interpretaban y vivían las sociedades preindustriales. En algún sentido ¿hablarías todavía de revelación?

Sí. Pero no como revelación de verdades, de fórmulas, de maneras de interpretar y valorar la realidad, de maneras de actuar, organizarse y vivir. Puede haber revelación, pero de la verdad que se dice en formas y que no es ninguna forma; puede haber revelación como revelación de presencia y certeza absoluta que, expresándose en formas, es siempre libre de toda forma y trasciende toda forma. Revelación de una verdad que es presencia y certeza que no se liga a formas aunque las usa. Revelación de espíritu de amor, no de formas de actuar y organizarse. Revelación de lo que no puede ser interpretado, ni objetivado; de lo que lo hace todo valioso, sin que lo revelado sea ningún valor definido; de lo que genera el amor a todo, sin que sea un objeto de amor. Hay revelación de lo que es ser y conciencia pero sin que sea ningún sujeto ni ninguna realidad objetivable. Ahí está la fuente de la cualidad, ahí el reconocimiento de la dimensión absoluta, el punto de apoyo de nuestras creaciones axiológicas.

El “vino”… el testimonio de la dimensión no relativa de la realidad, que nos llega a través de todas las tradiciones religiosas de la humanidad. Tu empeño durante años ha sido que aprendiéramos a leer esos textos como orientación a la dimensión absoluta. Heredar, pero no copiar; no hay método… ¿No es una opción muy minoritaria? –te cuestionan a menudo.

– Si a los críos les facilitas el contacto con la música, desde pequeños, todos pueden disfrutar y crecer con la música, incorporar esa dimensión a su vida. ¡Forma parte de nuestra naturaleza! Pero si no es así, la música queda reservada para unos pocos… La causa  está ¿en la música o en la sociedad que organizamos? Lo mismo vale para el cultivo de la cualidad; la invitación es para todos, ese doble acceso a la realidad es lo propio de la naturaleza humana. Pero si no se facilita, si no aprendemos a leer…

            En lo que nos han transmitido podemos ver cómo han hecho, dónde han puesto el acento; nos muestran su radicalidad en el cultivo del interés, del distanciamiento, del silencio de sus expectativas… Pero es verdad, no hay procedimiento, no se puede decir “paso uno, paso dos, y paso tres”. Es un arte, una estrategia, que cada uno ha de ir creando día a día, implicando en la búsqueda cabeza, corazón y manos, la totalidad del ser.

…el camino lo ha de hacer cada uno, es personal… ¿una propuesta para ensimismados? ¿ande yo caliente y…?

– Responsabilidad, iniciativa, esfuerzo, aventura radical de cada uno. Nadie puede ahorrarte tu total responsabilidad personal. Pero eso no quiere decir en soledad. Compartir, intercambiar con otros, apoyarse, comunicarse desde lo hondo, desde el propio intento… ¡como los aprendices en un taller de pintura! Lo que no podrá haber es una estructura jerárquica, ni una actitud de sumisión a unas normas, a unas verdades, a unos intermediarios. No hay más “autoridad” que la cualidad, la maestría que se desprende de la experiencia. Y punto. Grupos móviles, flexibles, al servicio de la libertad y del aprendizaje de todos, en los que cada uno se pone al servicio de los demás.

-¿Hay alguna diferencia entre “cultivo de la cualidad humana” y “desarrollo personal”?  

– Más allá de nombres o etiquetas, lo que importa es tener claro que hay una actitud que es indagación y otra que no, una parte de un interés incondicional por toda realidad y otra busca satisfacer las propias necesidades (aunque sean necesidades “sutiles”). Y eso, se haga el camino que se haga, se ha de tener muy claro. Es una trampa que siempre ha estado ahí, también cuando la espiritualidad podía vivirse en formas religiosas. Si lo que estás buscando es tu realización o tu salvación… eso no tiene que ver con la cualidad honda. La indagación que se interesa por todo, ¿salva? ¿genera paz? Sí, pero ¡la paz del que ha muerto a sí mismo! La paz de quien ya es, por completo, servicio y amor a todos y a todo: personas, plantas, vida, el Planeta, ¡todo!

– Si me tuvieras que vender esa “oportunidad” de morir a sí mismo…  

– La argumentación del Buda es soberbia: si te apoyas en tu persona que es una estructura de deseos y de expectativas, te apuntas a la lista de los que sufren. Si silencias esa estructura, los deseos, con sus luchas y sus miedos, los recuerdos de los que vives, como si ya no importaras nada, te sales de esa rueda de dolor. Intentamos encajar la realidad en esa estructura más o menos maltrecha; y tarde o temprano el resultado es la frustración. Si no quieres eso, salte de ahí. ¿Cómo? Sintiendo, conociendo, actuando… “al servicio de…” 

Otra: “religión a la carta”, picotear de varias religiones tomando lo que te gusta… ¿vas por ahí?

– Volveríamos a lo de las dos actitudes. Que elijas una fuente o varias, esa no es la cuestión, sino de quién te estás ocupando, si de ti o de la realidad. Si te acercas a esas fuentes desinteresadamente, estudiando a fondo… ¡no tiene nada que ver con picotear! Ni tampoco vas a hacer tu pieza con un trozo de Mozart, otro de Wagner y otro de Debussy. Debes mucho a lo que te han enseñado todos ellos, pero tu hacer será otro, distinto. Y será unitario, no un collage.

– También te han criticado lo poco beligerante que eres hacia la sociedad científico técnica, como si bendijeras todo lo que se haga desde ella…

Para buscar las vías de cultivo de la cualidad humana en las condiciones de las nuevas sociedades, lo primero que hay que hacer es comprenderlas y aceptarlas.  Si partimos de la interpretación de que los cambios culturales que estamos viviendo son decadencia y fruto de decadencia, poco aportaremos. Aceptar no significa aprobar. Aceptar es comprender, no rechazar, no condenar, acoger y amar. En la situación cultural a la que hemos ido a parar, fruto de siglos de marcha, hay algo inevitable: ir a desembocar a una sociedad de innovación y cambio continuo, sin heteronomías, autónoma, global. Y también algo evitable: las sociedades científico-técnicas de innovación y globales no tienen que ser forzosamente, ni mucho menos, neoliberales de explotación de personas y del medio. Las nuevas sociedades son libres para desarrollar un tipo de sociedad u otro, un proyecto colectivo u otro. Con los medios científicos y técnicos de que disponemos se puede construir muchos tipos de sociedades. Sea cual sea la cultura, la humanidad está hecha del mismo material. Todos los escenarios culturales están construidos por seres egocentrados y depredadores, y la construcción es para seres egocentrados y depredadores. En ese sentido, todas las culturas están igualmente alejadas y distantes del amor sin condiciones y la lucidez que nace del conocimiento silencioso. Nuestra es la responsabilidad de generar proyectos desde la cualidad y, por tanto, de facilitar y favorecer el cultivo de esa imprescindible cualidad.

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