.
(Meditaciones desde el Ashtávakra Gîta y los Brahma-Sûtras)
La idea de dualidad es la raíz de todos los sufrimientos; su único remedio es la percepción de la irrealidad de todos los objetos y la realización de mí mismo como Unidad, pura Conciencia y Beatitud.
La idea de que vivimos en un mundo de objetos y sujetos es la causa de todas nuestras ignorancias y de todos nuestros males.
No hay ningún objeto ni tampoco ningún sujeto. Lo único que hay es eso-no-dual que es Ser, Conciencia y Beatitud. Eso es lo que yo soy.
Qué extraño es que el mundo aparezca en mí en virtud de la ignorancia, como la ilusoria plata en el nácar, la serpiente en la cuerda y el espejismo en los rayos del sol.
El mundo de objetos y sujetos sólo está en mi mente, como la plata en el nácar, la serpiente en la cuerda o el espejismo en el desierto.
El mundo ha nacido de mí mismo, en mí existe, en mí se disuelve; del mismo modo que los cántaros vuelven a la tierra, las olas al agua y los brazaletes al oro.
El mundo de objetos, colores, formas, con sus significados y valiosidades, no está ahí fuera, subsiste en mi mente. De ella nace, en ella subsisten y en ella desaparecen.
Pese al cuerpo y a sus propiedades, soy Uno. No voy a ninguna parte, no vengo de ninguna parte, permanezco en mi Sí, llenando todo el Universo.
Puesto que no existe ahí fuera la dualidad de sujetos y objetos, no hay ninguna individualidad. Por tanto, soy el “no-dos” (no sujeto y no objeto), no vengo de ninguna parte ni voy a ninguna parte. Si no hay dos, ¿quién podría venir?, ¿de dónde? ¿hacia dónde?
Yo no soy el cuerpo y el cuerpo no es mío. Soy pura Conciencia. Mi única servidumbre es mi deseo de seguir viviendo como entidad separada.
Ni soy el cuerpo ni hay en mí nadie que posea el cuerpo. Mi error es considerarme alguien venido a este mundo. Mi realidad es únicamente la de “eso no-dos que es”.
Soy el océano ilimitado en el que, cuando el viento del espíritu se levanta, nacen los mundos como las olas en el mar.
Cuando el viento del espíritu muere en el océano de mi Ser, entonces el barco del Universo zozobra con su pasajero.
¡Cuán extraño es que en mí, océano ilimitado, se levanten como olas las individualidades! Se cruzan y juegan por un tiempo, luego desaparecen según sus naturalezas respectivas!