Colección Nº10. Ejercicios de Jñana Yoga

LA REALIZACIÓN

Meditación preliminar
La ignorancia
Lo que no soy
El sabio
La naturaleza del sabio
La realización

Meditación preliminar

El núcleo personal, lo que constituye la propia individualidad es una estructura de deseos. Deseos de lo que se precisa para subsistir como individuo y no perecer, o de lo que se cree precisar.
Eso que se desea se cree que es imprescindible para no dejar de ser. Los deseos centrales que constituyen nuestra individualidad se imponen con una fuerza total.

Los temores son la otra cara del deseo y, por tanto, actúan con la misma fuerza del deseo, una fuerza total.
Donde hay deseos, hay temores. Todo deseo va acompañado de su temor. La fuerza del deseo es la fuerza del temor.
Siempre que hay deseo, hay temor. Y siempre que hay temor, hay deseo.

Cada individuo humano lleva en sí un paquete de deseos y temores. La peculiaridad de ese paquete es lo que constituye su individualidad y su personalidad.
La peculiaridad de ese paquete es fruto del azar.
Pongamos un ejemplo para que se entienda más claramente lo que se quiere decir:
Todos nacemos con la necesidad y el deseo de relación, porque somos animales simbióticos que precisamos de la relación con nuestros semejantes para poder sobrevivir. Sin relación con otros humanos, no hay supervivencia posible, ni física, ni psíquica.
Un niño puede encontrarse con una madre con la que fracase ese deseo de relación y con un padre ausente. El mismo deseo de relación, intenso, será también un temor intenso. Ese deseo / temor fracasado le volverá retraído, por temor a fracasar de nuevo.
Esa situación que le tocó en suerte, por azar, y la reacción de sus deseos y temores frente a ella, se convierte en el rasgo personal de su individualidad y en el patrón general de su comportamiento en las relaciones personales.

Desde ese núcleo personal de deseos y temores se ve, interpreta y valora todo lo que nos rodea. Ese núcleo funciona como un filtro, como un patrón que proyecto sobre todo lo que me rodea.
Ese núcleo construye mi mundo. Y eso que mis temores y deseos construyen, es lo que es la realidad para mí.
Pero eso no es lo que es; no es lo que hay; no es lo que me rodea es; no es lo que yo soy. Ese mundo que yo doy por real, sólo está en mi mente y en mi sentir. Como el mundo que el escarabajo ve y da por real sólo está en su sistema perceptivo; como el mundo de la mosca o el de la lombriz no es el mundo que está fuera de su sistema sensitivo.

Si me identifico con esa visión de mi mismo y de lo que me rodea, me encuentro en una situación enormemente frágil y precaria. En ella mis deseos, por la misma precariedad y fragilidad, serán muy intensos y, por consiguiente, los temores también.
El deseo-temor es tal que, como dice el Buda, es sufrimiento. Sufrimiento por no tener aún, sufrimiento por miedo a perder, sufrimiento por perder, sufrimiento por miedo a no llegar a conseguir.

Lo que realmente hay, y lo que yo soy, no es lo que da por real esa lectura; no son las objetivaciones y acotaciones que hace la necesidad y su séquito de temores y deseos.
Lo que vemos son sujetos de necesidad y objetos con los que se puede satisfacer esa necesidad.
Eso no es lo que la realidad es, eso es sólo nuestra lectura. La realidad, en ella misma, no sabe nada de sujetos y objetos, ni de necesidades.
La necesidad despliega el mundo en una dualidad radical: el sujeto por un lado, el mundo de los objetos por otros. La realidad en sí misma no sabe nada de esas dualidades.
Lo que hay es no-dos. Sólo nuestra lectura ve dualidades y pluralidades.
Lo que hay, y que yo soy, es eso “no-dos” que se despliega en vivientes que precisan interpretarse y vivirse a sí mismos como una contraposición de sujetos y objetos, como individualidades en un mundo, como personas peculiares venidas a este mundo, del que deberán partir.

Meditar estas ideas hasta comprender su verdad y comprender el mundo en el que vivimos y sufrimos, como algo semejante a ensueños.
La meditación debe ser intensa porque la comprensión sería el fin del sufrimiento.
Miraros a vosotros mismos y a todo lo que nos rodea, no como un mundo de sujetos y objetos sino como el “no-dos” vacío completamente de sujetos y objetos.

1ª MEDITACIÓN. La ignorancia.

En lugar de ver las cosas como las imaginan tus deseos y temores, aprende a verlas tal como ellas son.
¿Cómo?
Míralas con toda tu atención, poniendo a un lado, silenciando todos tus deseos y temores.
Cuando puedas ver las cosas tal como son, te verás igualmente tal como eres. El mismo espejo que te muestra el mundo tal cual es te mostrará también tu propio rostro.

Llamamos “mental” al uso de la inteligencia para la supervivencia. Desde esa perspectiva, el conocimiento ordinario es mental y relativo.
¿Relativo a qué?
El conocimiento ordinario es siempre el conocimiento de un sujeto en un entorno de objetos. Lo que los sujetos conocen está siempre en relación, directa o indirectamente, con las necesidades.
El conocimiento de la realización, el que silencia los deseos y los miedos, no es ni mental ni relativo, sino absoluto, porque trasciende la dualidad de sujetos y objetos.

El ignorante cree ser lo que los sentidos y lo mental le sugieren. Da por real lo que sus deseos y sus miedos dan por real.
Su mundo de realidades es un mundo de representaciones, de imaginaciones, de palabras. La verdadera realidad está para él recubierta y ocultada por una espesa capa de deseos, temores, recuerdos y proyectos.
Todo lo que piensa que es, lo tiene por verdadero. Así su realidad, su mundo, son sólo representaciones y conceptos. Todo su mundo real está mediado por los filtros y deformaciones de su mente.
El conocimiento silencioso, el que ladea los deseos y temores, los recuerdos y los proyectos, es el conocimiento sin conceptos, sin representaciones, sin palabras, inmediato y directo.

Medita estas ideas hasta que comprendas con toda claridad:
-que das por real lo que tu mente da por real;
-que lo que tu mente da por real es sólo lo que dictan e imponen tus deseos y tus miedos nucleares, aquellos que constituyen lo más íntimo e individual de tu personalidad.

-que, en tu vida cotidiana, no vives un mundo de realidades sino de representaciones, conceptos, imaginaciones creados por tus deseos y miedos, servidores de tus necesidades.
Un mundo construido por los deseos-temores, es un mundo irreal y lugar de sufrimiento.


2º MEDITACIÓN. Lo que no soy.

Para eliminar la ignorancia, la primera tarea será silenciar los deseos y temores, la segunda será apartar de nuestra comprensión todo lo que da por real el filtro de nuestros deseos y temores. Insistiremos en la mirada sobre nosotros mismos.

La realización es comprender que las cosas son construcciones del deseo. El deseo orienta nuestra atención a los objetos con los que piensa satisfacerse y los modela según sus expectativas. Pasa de largo lo Real, por falta de atención, mientras que crea mundos no reales con su imaginación.
Construimos mundos y vivimos en ellos, sin advertir “lo que es”.

Tienes que comprender y verificar que no eres una persona. La realización es la liberación de la persona que crees que eres.
La persona es la idea que tienes de ti mismo, que viene determinada por los temores y deseos que constituyen el núcleo de tu identidad como sujeto.
Ese núcleo primario se enraíza principalmente en la memoria inconsciente y se convierte en criterio de actuación.

Hemos aprendido de los maestros que no somos ni objetos ni sujetos, porque nuestra naturaleza originaria es el “no-dos” anterior a todas las dualidades que construye la necesidad.
Nuestra tarea es aprenderlo con todo el ser, una vez por todas, para no tener que estar recordándolo sin cesar.
No soy nada que pueda ser designado. No soy ni un “esto” ni un “aquello”. Y eso es una certeza absoluta que debo, primero, comprender y, luego, verificar por mí mismo.

El que ignora se identifica con muchas cosas. Para el que sabe, esto es imposible.
No soy la representación que hago de mi mismo, porque esa representación la construye mi paquete nuclear de deseos y temores y porque mi ser real es el “no-dos” anterior a las construcciones de mi necesidad.
No hay nada que pueda mostrar diciendo: “yo soy eso”.
El conocimiento y la sensación de que “yo no soy ni esto ni aquello” tiene que llegar a ser tan honda y tan fuerte que excluya con claridad e inmediatamente cualquier identificación.

El puro Ser no es una existencia que se pueda definir y describir. Es como la nada, pero no es la nada, porque la nada no es más que una idea que reposa sobre el recuerdo y la negación de alguna cosa.
No siendo nada, lo soy todo. Todo soy yo, todo es mío.
Siendo el mundo no tengo miedo al mundo. Siéndolo todo, ¿de qué tendré miedo? El agua no tiene miedo del agua, el fuego no tiene miedo del fuego.
No tengo miedo porque no soy nada que pueda sentir miedo o que pudiera estar en peligro.

No tengo ni nombre ni forma. Es el apego a un nombre y a una forma lo que alimenta el miedo. No soy nada, y la nada no puede tener miedo.
Soy un ojo intemporal, no tengo forma. No hay ninguna forma con la que pueda identificarme.

Todas estas afirmaciones intentan aproximarme, mediante negaciones, a la intuición de lo que es mi naturaleza propia, más allá de lo que dicta que soy la lectura que hago de mi mismo desde mis necesidades, temores y deseos.
La tarea es trabajar para comprender, con toda claridad, su verdad, hasta llegar a intuirla directamente, sin necesidad de reflexionar sobre ella.

3º MEDITACIÓN. El sabio.

La realización, el despertar a nuestra propia naturaleza, no es algo exterior que se tenga que conseguir; es únicamente advertir, con toda claridad, el Ser que somos.
Puesto que no es nada exterior que conseguir, no se puede trazar un camino a recorrer de sí mismo a sí mismo.
Todo lo que vemos es “lo que es” y “eso que es” es también el que ve.
Lo que afirman los textos sobre los “sabios” lo afirman sobre nuestra propia naturaleza, aunque la espesa niebla que los deseos y temores extienden a mi alrededor y en el interior de mí mismo, me impida verlo.

El hombre realizado es el sabio.
No se considera ni como un hombre extraordinario ni como un hombre ordinario, simplemente es un hombre intensamente presente y amante.
Se mira a sí mismo prescindiendo de definiciones e identificaciones.
No se reconoce como algo separado del mundo. Es el mundo.

Está completamente libre de sí mismo, como quien distribuye todos sus bienes.
No es rico, porque no tiene nada, pero no es pobre porque da abundantemente. No posee nada, ni siquiera un ego.
Ha perdido la capacidad de identificarse sea con lo que sea.
No posee lugar alguno donde reposar porque sabe que no hay lugar donde hacer pie más que en sí mismo.

Trasciende las palabras y los pensamientos.
No es un individuo, es universal. Es todo, porque es nada.
No se le puede conocer, porque en él no hay ninguna persona.
No se puede decir nada de él, porque es todo y, sin embargo, nada en particular.
Está más allá del tiempo y del espacio; desafía toda comprensión.
No conoce ni el nacimiento ni la muerte. Para él, la existencia y la no-existencia son idénticas, porque en él no hay dualidad alguna.
No está ligado a nada.

No se pude decir que sea consciente, porque en él no hay dualidad y, sin embargo, no es inconsciente.
No tiene ni nombre ni forma con la que se pueda decir que existe, aunque sólo él es el que existe verdaderamente.
Antes que el mundo fuera, ya existía; y cuando el mundo no exista más, permanecerá
Porque ha despertado a su ser intemporal, sus actos lo testifican.

Medita profundamente la figura del sabio, porque comprendiéndola estás comprendiendo tu propia naturaleza.
La sabiduría del sabio no es algo que tengas que buscar fuera de ti; ni es algo que tengas que conseguir. En el camino interior no hay proceso, sólo hay despertar al propio ser.
“El que es” es lo que ves fuera y lo que hay dentro. Fuera de “el que es”, en mí no hay nadie.
La naturaleza y el saber del sabio está ya en mí, pero mi persona con sus deseos y temores, sus recuerdos y proyectos exige atención continuada y exclusiva. Así recubre por completo mi propio ser y conocer.

4º MEDITACIÓN. El sabio.

Continuaremos meditando sobre la naturaleza del sabio, para ver fuera de nosotros, lo que somos dentro. La naturaleza del sabio es nuestra propia naturaleza.

El sabio es el que está completamente despierto, mientras los demás duermen el sueño de la ignorancia.
Es Ser-Conciencia. En relación al universo es el Ser puro porque es la realidad misma del mundo. En cuanto a la conciencia, es un modo de conciencia sin dualidad.

Está lleno de compasión por el que sufre. Su amor es acción. La compasión y el amor son el alma misma del sabio.
Porque es libre, es libre para amar. Sólo el libre es capaz de amar.
El amor es su única ley. No mendiga amor, lo da.
No tiene miedo a nada pero tiene piedad de quien tiene miedo.
Hace el bien mejor que los mejores filántropos; y además irradia luz y paz.
Es incapaz de desear alguna cosa para sí mismo, ni siquiera el gozo de ayudar a otros.
No tiene sed de renombre ni orgullo.
Pertenece a todo el mundo. Se da infatigablemente y sin reservas a todos los que vienen a él.
El que no es un dispensador, no es un sabio, porque el sabio todo lo reparte.
Se pueden dar alimentos, vestido, abrigo, saber, afecto; pero el don del sabio es el don más alto, el anuncio del despertar.

No hay nada importante para el sabio, salvo el despertar de los demás. Esa es su alegría, el resto no tiene importancia.
Sin embargo, el universo entero es su cuerpo y toda vida es su vida. Puesto que vaya por donde vaya encuentra siempre al Ser, La Conciencia y Amor, ¿por qué o por quién tendrá preferencia?
Para él no existe ni la ignorancia ni los ignorantes, porque sólo ve al Uno.

El sabio está más allá de toda experiencia, porque no es nadie ni hay nada que experimentar, por ello, su memoria está vacía de pasado.
Sabe que no ha nacido jamás y que, por consiguiente, no morirá jamás.

La creación entera es su cuerpo.
Porque sabe eso, no reniega de nada, está interesado por todo, ama a todos los seres vivos y les ayuda tierna y sabiamente. Esa es la razón por la que no tiene conflicto de intereses con nadie. Esa es también la razón por la que todos sus actos son benéficos; lo que hace es una bendición.

A medida que envejece es más feliz y pacífico, porque vuelve a casa. Es como un viajero que, viéndose ya en destino, recoge su equipaje y deja el tren sin pena.
Contempla todo lo que le ocurre en la vejez con tranquilidad, sin deseo y sin rechazo, mientras que echa sobre todas esas sensaciones, una sonrisa y un desapego afectuoso.

Sabe que la dicha es su naturaleza propia y que no tiene necesidad de hacer nada ni luchar para asegurarla. La felicidad y la paz le son más reales y más próximas que su cuerpo o lo mental.
El placer y el sufrimiento tienen causas, pero el estado que es propio de sabio es enteramente sin causa, independiente. Sabe, con toda claridad, que la dicha que depende de alguna cosa es una miseria.

Contempla la naturaleza del sabio como quien contempla tu propia naturaleza.
La propuesta de los maestros nos es adquirir lo que no se tiene sino despertar a lo que ya se tiene.
No te identifiques con los deseos y temores que forman el núcleo de tu individualidad, eso es sólo una construcción de tu mente; identifícate más bien con la figura del sabio, que es tu propia naturaleza.


5º MEDITACIÓN. La realización.

Meditar sobre la realización es otra forma de meditar sobre la propia naturaleza.
Meditar sobre la propia naturaleza es meditar sobre la liberación de la ilusión opresiva del ego.
Meditar sobre la liberación del ego es meditar sobre el vacío completo de las nociones de sujeto y objeto, es meditar sobre la unidad.

La realización es un estado en el que se trascienden los objetos y los sujetos. Es un estado supremo de tranquilidad y de silencio absoluto. Todo el que llega a ese estado, desaparece.
No se puede comprender ese estado con palabras o con lo mental. Puedes llamarlo Dios o de cualquier otra forma; pero, en todo caso, no serán más que nombres dados por lo mental.
La realización es un estado sin nombre, sin contenido, sin esfuerzo, espontáneo, que está más allá del ser y del no ser.

La realización es el conocimiento de la perfección sin tiempo del Ser-Conciencia. Desde ahí, la muerte no es más que una idea, una representación.
La ansiedad y la esperanza son frutos del deseo y de la imaginación. La realización libera de la ansiedad y de la esperanza.
Soy puro ser y no tengo necesidad de nada en que apoyarme.
No ser nada, no poseer nada, no guardar nada para sí mismo es el mayor de los dones, la generosidad más elevada.
Puedo ser eternamente porque no tengo nada que dar.

Con la realización, la vieja persecución incesante del deseo, cesa; no deseo nada más; no espero nada más; no acepto nada como mío. No tengo un yo por el que hacer esfuerzos.
Con la realización pierdo todas mis certezas acostumbradas. Antes estaba seguro de muchas cosas, ahora no estoy seguro de nada. Tengo el sentimiento de que todo saber es ignorancia; “yo no sé” es la afirmación más justa que puede hacer lo mental.
No ser nada, no conocer nada, no tener nada; esa es la sola vida digna de ser vivida, la felicidad que vale la pena poseer.

La experiencia de la realización es la experiencia de ser el vacío; de no ser arrastrado por los recuerdos y las esperanzas.
La realización es como los grandes espacios, es frescura, es energía, es descubrir, es la suprema aventura.
Es descubrir fuera la inmensidad del universo y dentro el abismo.
La realización es el único sentido y fin de la existencia; es el secreto de la vida y la muerte, la liberación de la ignorancia sin tiempo.

La liberación de la identificación con un conjunto de recuerdos y hábitos es el estupor delante de la extensión infinita del ser, delante de su creatividad inagotable y delante de su trascendencia absoluta.
La liberación es el final del miedo gracias al conocimiento de la naturaleza ilusoria de todos los modos de conciencia y gracias al conocimiento de la fuente profunda e inagotable.
La realización es conocer la fuente como fuente y las apariencias como apariencias; es conocerse a sí mismo como fuente única.

En el hombre realizado la experiencia “yo soy el mundo, el mundo es mío” es completamente verdadera. El hombre realizado piensa, siente y actúa con integridad y en unidad con todo lo que vive. No tiene el menor fallo en la comprensión y en la compasión.
El mundo y el Ser son uno y perfecto.

Sin la realización estarás consumido por la repetición de los deseos y los miedos, desprovisto de sentido y en un sufrimiento sin fin. La mayoría de la gente ignora que puede poner término a sus sufrimientos.
O permaneces para siempre hambriento, sediento, suspirando, buscando, retenido, agarrándote a todo, perdiendo siempre, lamentándote continuamente, o bien te enrolas de todo corazón en la vía que conduce al estado en el que los deseos y los miedos están ausentes, no porque hayas renuncia a ellos sino porque se han vaciado de contenido.
Somos libres, aquí y ahora, Sólo lo mental imagina ataduras.

La Conciencia, el Ser, no necesita ser pacificado porque no está en la paz, es la paz misma.
Los signos de la realización son: la liberación de toda angustia, un sentimiento de facilidad y de gozo, interiormente una paz profunda, exteriormente una gran energía.
En el estado de realización, el conocimiento existe. Pero ese conocimiento es diferente del conocimiento ordinario, el de la relación entre sujeto y objeto; es el conocimiento absoluto.

Las gotas son diferentes unas de otras e innombrables, pero no hay más que un océano. Igualmente los egos son numerosos, mientras que la Conciencia es una sin segunda.
El sabio no encuentra nada que esté separado del Ser-Conciencia. Todo está incluido en el Ser-Conciencia.
Es falso imaginar que existe el mundo, en el que se encuentra el cuerpo en el que habitas. Cuando se realiza la verdad se descubre que el universo y lo que está más allá, están los dos en el Ser-Conciencia.
No hay ninguna otra cosa que ver, nada que sea diferente del Ser-Conciencia.

Medita la realización y la liberación como algo que no tienes para que comprendas lo que tienes.
La realización y la liberación no viene de fuera porque ya reside dentro.
Y esto es así porque la dualidad y la pluralidad es sólo una construcción mental de la necesidad. Lo que hay es “no-dos”, la unidad.

 

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