Entrevista a las autoras de «La Setena Direcció»

«HAY QUE DESPERTAR EL INTERÉS DE NIÑOS Y NIÑAS POR LA BÚSQUEDA INTERIOR”
Albert Aguado

Albert Aguado entrevista en Maria Fradera y Teresa Guardans, autoras de «La setena direcció: el conreu de la interioritat” (Claret). –Dialogal 28, invierno 2008, pgs.42-43-

Maria Fradera y Teresa Guardans forman parte del equipo didáctico del CETR y comparten la inquietud por favorecer la educación de la dimensión interior en un entorno social plural y laico. Acaban de publicar este libro, con orientaciones generales y propuestas concretas y accesibles, para familiarizar a pequeños (y mayores) con el trabajo interior y espiritual.

¿Cuál es esta séptima dirección a la qué hace referencia su libro?
Hemos empleado este símbolo de los indios lakotas para hablar del crecimiento interior, de los fundamentos de la sabiduría. La narración india explica que el Gran Espíritu, tras repartir todas las direcciones (norte, sur, este, oeste, arriba y abajo), le faltaba la séptima, la más importante y poderosa, y que eligió el último lugar en que buscarían los seres humanos, el corazón de cada persona: desde entonces esta es la dirección de la sabiduría. Esta imagen apunta a la sabiduría como patrimonio de la humanidad, consustancial a las capacidades humanas; aunque hace falta trabajarla. Las otras direcciones (hacia el exterior) se desarrollan a medida que se aprende a vivir en sociedad pero la séptima pertenece a otro ámbito, requiere dar pasos, buscarla, quererla.

¿Qué habilidades hay que trabajar para alcanzarla?
La atención sostenida, la gratuidad- hacer algo por el simple hecho de hacerlo-, la capacidad de interrogarnos, de sorpresa, la autonomía personal… Todo ello va haciendo posible el descubrimiento de una realidad que no es plana, que no se agota, que es mucho más que lo que suponemos a simple vista. Este tipo de comprensión requiere un desarrollo pleno de las capacidades humanas.

¿Cuál sería el resultado de explorar esta séptima dirección?
Comprensión, conocimiento, profunda estima… Porque aquello que se conoce, se valora y se ama. El verdadero conocimiento genera amor, genera interés. Y el interés alimenta una actitud de compromiso, de responsabilidad hacia aquello que se valora. Así pues, el conocimiento cura de la indiferencia. A todo esto es a lo que llamamos «crecer por dentro».

¿Se puede crecer por fuera sin hacerlo por dentro?
Por supuesto; la edad no es necesariamente garantía de calidad humana, es evidente. Se pueden desarrollar toda clase de habilidades profesionales y sociales desde una actitud interior cerrada sobre sí mismo. El resultado es una nula conciencia ética, falta de empatía, de solidaridad. La clave es al servicio de qué y de quién se sitúan las capacidades humanas. Un bajo grado de crecimiento interior equivale a altos niveles de egocentración. Y a la inversa: a mayor crecimiento interior, menor egocentración.

¿Cómo se puede concretar este trabajo? ¿Quién debe potenciarlo?
Lo más importante es potenciar las situaciones que favorecen el crecimiento interior. Este trabajo ha de estar transversalmente presente en todos los ámbitos de la vida del niño y la niña, desarrollada de la forma más natural posible, aprovechando siempre las situaciones y condiciones que la vida ofrece: una poesía trabajada en clase, una experiencia vivida a la hora del patio, etcétera. Expandir la cabeza y el corazón, entrar en contacto con todo aquello que pueda favorecerlo; ese sería el objetivo. Desde la realidad próxima a la infancia: familia, escuela, espacios de educación no formal…

¿Qué papel debería tener la escuela ?
La escuela trabaja por un crecimiento global de los niños y niñas cuando no se limita a transmitir un conjunto de conocimientos conceptuales como si fueran descripciones cerradas y definitivas que sólo hace falta tragarse y punto. La escuela favorece este crecimiento humano cuando enseña a aprender a aprender, cuando en los procesos de aprendizaje da importancia a los diferentes lenguajes de exploración de la realidad, lenguajes aptos para transmitir aspectos sutiles, inefables, no conceptuales (nos referimos al lenguaje simbólico, al poético, al musical…); cuando acerca los pequeños al mundo del arte, a los grandes textos de sabiduría de las diversas tradiciones religiosas, y les ofrece instrumentos par comprenderlos.

A la hora de trabajar esta séptima dirección, ¿hay diferencias entre la manera de hacerlo de los adultos, pequeños y jóvenes?
El objetivo sería el mismo. Lo que varía es que la persona adulta parte de su propio interés por la búsqueda y el crecimiento interior. Desde el reconocimiento de algo que vale la pena, que merece un esfuerzo. Mientras que cuando nos planteamos el trabajo con pequeños y jóvenes, la prioridad es, precisamente, favorecer el arraigo de ese interés. Despertar, fortalecer, cultivar, dar herramientas… para que pueda ser posible llevar a cabo un proceso que nadie podrá hacer por ti. El sentido, el significado (con mayúsculas), no se puede transmitir, no te puede venir dado desde fuera, crece en el interior de un mismo… a partir de la propia implicación. ¡Lograr esa complicidad es lo crucial!

Esta propuesta ¿puede llevar a repensar el papel de la experiencia de los mayores en nuestra sociedad?
En cierto modo sí, ya que prresentas a los niños y niñas con un «estilo» de sabiduría que no tiene que ver con habilidades tecnológicas o conocimientos conceptuales. Los pones en contacto con una sabiduría más sutil, en la cual los mayores pueden aportar mucho.

¿Recordáis alguna anécdota que plasme vuestro trabajo?
Una frase que dijo un alumno de una compañera nuestra, en un momento en qué en clase trabajaban en esta línea: «Aquí lo que estamos haciendo no es cultura religiosa, ni nada de eso, sino ¡hablar de la vida!». Aquellas palabras resumían muy bien lo que es nuestro sincero deseo: invitar a trabajar desde una perspectiva transversal para favorecer un crecimiento armónico, en todas las direcciones, un crecimiento que nos ayude a ser personas más sabias, más verdaderamente humanas. Al fin y al cabo, es esa clase de gente la que se muestra capaz de escuchar, de dialogar y de aprender.

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