CONVIVIR. RELIGIÓN PARA LAICOS (2)

La última clase. Un curso de iniciación al islam ha sido el más solicitado en el Centre d’Estudis de les Tradicions Religioses.

NURIA ESCUR – 02/02/2001

En todos los países de Europa existen facultades de Historia de las Religiones, en el término ortodoxo de la palabra. «En todos menos en el nuestro», puntualiza Marià Corbí, fundador del Centre d’Estudis de les Tradicions Religioses. En la clase de hoy se interpretan textos para entender la esencia del islam. El profesor mantiene que la película «El náufrago» no es más que un poema sufí. Todo termina con el deseo de que las bonitas palabras de esos poemas se materialicen. «Nada de lo que venga de fuera les convencerá», explica el profesor.

Marià lo tiene muy claro. Tres cuartas partes de la humanidad están perdiendo el tren de las dos únicas cosas que les quedaban: las relaciones humanas y la religión. Y si uno se pone a pensar, no llega a discernir dónde tienen que cambiar más las cosas, si en el Tercer Mundo o en el Primero, donde filiaciones y jerarquías se están cargando el sentido de la justicia y sus valores.

Esta noche los profesores están preparando sus clases. Ninguno de ellos ha querido cobrar por su primer bienio de clases, ninguno está inscrito en una religión determinada. por no incurrir en el mismo error que denuncian: «Se producirían esos eternos diálogos de besugos entre gente que no se entiende».

No es malo dudar. Buda no lo prohibió, al contrario, exigió agotar todas las dudas antes de entrar en el camino elegido. Cree Marià Corbí, alma máter del centro, que hace más de dos siglos que las iglesias están perdiendo terreno. «¿Cómo es posible -se pregunta- que las iglesias no se alarmen ante su propia devaluación e intenten darle la vuelta?»

En uno de sus libros, Corbí, que conoce al dedillo la Iglesia católica, analiza algunas ceremonias: «matines» solemnes en un convento de carmelitas descalzas, misa en el monasterio de benedictinos… ¿por qué no le convence ese mensaje secular? Sencillamente, concluye, porque los patrones religiosos están caducados. La religión se está alejando de los filtros de poder y sumisión y eso duele mucho.

La clase que tiene más éxito y adeptos en Rocafort 234 es la de islam. Los alumnos se lo toman como un intento desesperado de entender un modelo de sociedad que a veces nos desconcierta. Alumnos de Esade acuden porque les sirve de asignatura-crédito. Ocho de la tarde. Muchos han salido de sus trabajos y recalan aquí, prefieren esto a un gimnasio.

Teresa Dalmau, 31 años, profesora de niños de entre 8 y 12 años en una escuela privada, es poseedora del título de idoneidad que se exige para poder dar clases de religión, expedido en Blanquerna. «Pero aquí, después de dar muchas vueltas, he encontrado seriedad. Me siento `cristiana cultural’ y sólo aspiro a encontrar vías para canalizar las preguntas de unos niños a los que no sé responder.»

Hoy, en la clase de islam, Raimon Ribera les ha dejado sin aliento: «Os voy a demostrar que la película `El náufrago’ de Tom Hanks es un poema sufí». Poemas de Ansari. La periodista Núria Ribó, alumna asidua, empieza a descargar su particular ingenio:

-Bueno, a ver, a mí todo esto de la poesía sufí con musiquita me parece muy bien, pero dígame dónde, en qué artículo del Corán, dice que a las afganas hay que matarlas por las razones con las que hoy se trafica».

El profesor responde que el único modo de que algunos dejen de hacer barbaridades es, precisamente, obligarlos a releer sus propios textos, hablarles desde su propio idioma para rescatar un mensaje que él considera todavía válido. «Creo que en sus textos existe suficiente potencial para terminar con la barbarie». La llamada utópica. La distancia eterna entre el cuerpo conceptual y la realidad. Bonitas palabras que deberían materializarse. «Nada de lo que venga de fuera les convencerá», añade.

-Sí, claro -replica Ribó, guerrera-. Pero, ¿dónde se practican estas maravillas que anuncian los versos sufís?, ¿dónde?, ¿en qué ciudad?, diga, porque yo no entiendo dónde dice que tengan que ir con burka, a ver, ¿dónde? Quiero aprender.
Maite Usón, licenciada en Exactas y máster por Esade en administración de empresas, se define como cristiana que no ejerce. Gestiona una consultoría para el autoconocimiento de las personas sobre su profesión, «y en todos detecto un vacío espiritual, no saben manejarse».

Josep Mas lanza una arenga, lujo de ironía. «Llegué a un ateísmo feroz, fruto del nacionalcatolicismo. Buscaba la verdad, pero me ahogó la Iglesia. Empecé mi búsqueda personal en librerías de viejo, radios independientes… era un cazador furtivo. Como presidente de Acció Catòlica sólo duré un mes y medio. Pero mi inquietud, desde mi barrio de can Tunis, no cedía. Pasé por la JOC, la política clandestina, el PSUC…» Y sigue, imparable: «Al ingresar en prisión, mi padre, un idealista, por primera vez en su vida me dijo que se sentía orgulloso de mí. Después descubrí que lo mismo que me desengañó de la religión me desengañó del partido, exactamente lo mismo que te exigían: fe irracional, sumisión al líder, falta de espíritu crítico…». Mas, editor de profesión, se ha jubilado y en este centro sacia su curiosidad religiosa: «Gente honesta, laica, una perfecta antisecta. Lo que yo buscaba».

Piensan, aquí, que la religión debería ser, contrariamente a lo habitual, la liberación de toda creencia. Basta con recoger la tradición que atribuye a Mahoma esta plegaria: «Muéstrame las cosas tal como son».
Espero que mañana venga «Tana». Los animales también tienen religión, me cuentan.

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