EJERCICIO nº 1.
La Luz de los mundos,
esa es mi luz.
El Ser que construye y destruye los universos,
ese es mi ser.
Ese Ser y esa Luz cuidan de mí,
porque no hay “mí”.
Mi conciencia no es conciencia del mundo,
es Conciencia no-dual.
Nadie ha venido a este universo,
desde fuera de él.
La Conciencia que es el centro de mi mente,
es un Vacío sin forma.
El Vacío del centro de mi conciencia,
no cabe en la noción de “conciencia”.
El Ser y la Luz de mi conciencia
es un centro oscuro.
La fuente de mi conciencia
es una ausencia.
Lo que para mi mente es una ausencia,
no es la negra nada.
El Centro Oscuro del seno de mi luz,
es Luz cegadora.
Mi ser no es la mente que acusa esa luz tenebrosa,
mi ser es esa tiniebla.
Esa Presencia Absoluta, que es una ausencia,
ese es mi ser.
EJERCICIO nº 2.
En el centro de mi conciencia,
hay una presencia sin forma.
Esa oscuridad es mi ser.
Desde esa realidad vacía,
el cosmos es porque yo soy.
Esa es la fuente de los mundos.
Mi cuerpo y mente son el mundo,
no más míos que las estrellas.
Mi núcleo es sin tiempo ni espacio,
de él fluyen anchuras sin fin.
Un lugar de quietud y paz.
Quienes se acercan a ese abismo,
desaparecen para siempre.
Quien muere, conoce su ser.
EJERCICIO nº 3.
La abertura oscura en mi centro,
genera certeza desde el vacío.
Ese es mi ser.
Se le ha dado muchos nombres
a lo largo de los tiempos.
Ninguno le alcanza.
Mientras me aferre a la idea
de que sólo lo que tiene forma,
nombre e individualidad existe,
lo Supremo parecerá no existir.
Cuando comprenda el vacío
de todo nombre, forma e individualidad,
reconoceré lo Supremo,
como Ser y Conciencia absoluta.
Lo Supremo no es el fondo de ningún ser,
ni es el estado de otra cosa,
porque frente a Él no hay nada.
No deja rastro,
no hay nada por lo cual conocerle,
nada da pistas de lo que es “nada”.
No se le puede buscar,
no hay como encontrarle.
Su ser nos encuentra a nosotros.
Abandona toda búsqueda de señales,
abandona nombres, formas,
y criterios de realidad
y lo verás directamente.
Verlo es serlo.
Serlo es despertar de la ilusión
de ser fuera de Él.
Se le conoce
cuando se conoce,
sea lo que sea lo conocido.
EJERCICIO nº 4.
Desde el ojo del testigo,
el centro oscuro del alma,
los mundos son incausados.
Son sólo Ser y Conciencia.
Todo es luz y sólo luz.
No hay, fuera de la luz,
más que imágenes de luz.
¡Bellos juegos de colores!
No te impliques en las cosas,
deja llegar lo que venga,
deja ir lo que se vaya.
Nada es sino la luz.
Hay dos formas de actuar:
persiguiendo puros sueños,
que es actuar desde fuera,
o desde el centro del Ser.
Actuar desde el origen,
desde la fuente de todo,
es actuar desde dentro,
desde el seno del amor.
Donde todo es no-dos,
no hay actuar desde fuera.
Esa es la acción de la luz.
Desde la luz a la luz.
EJERCICIO nº 5.
Tus deseos y temores
construyen lo que es tu mundo.
Te aprisionas en tu obra,
y peleas por tu cárcel.
Lo que la mente construye,
la mente puede cambiar,
si actúas desde la luz,
que en tu intimidad reside.
Piensa siempre quién actúa,
si actúas tú, depredas,
aunque quieras evitarlo.
Si en ti actúa Eso,
un abismo silencioso,
¡nueva vida para todo!
EJERCICIO nº 6.
Los deseos y temores,
son el centro de mi mismo,
y son mi dura prisión.
Lo que haga desde ahí,
sólo agrava los problemas;
deforma en provecho propio.
Para salir de esa cárcel,
no basta la rectitud,
ni la buena voluntad;
sólo el conocer basta.
Sólo la indagación cuenta,
la que no parte del ego;
la que se hace sin palabras,
ni interpreta o representa;
la que busca la verdad,
y está dispuesta a morir
para poderla encontrar.
La que se atreve a entrar,
en la región del silencio,
que no puede concebir,
y en lo que es impredecible,
lo único que es real.
Camina por ese mar,
y desde ahí, actúa.
EJERCICIO nº 7.
Cualquier cosa que esperes, no es “lo real”.
Lo que esperas se apoya en la memoria,
y la memoria en lo que deseas y temes.
Sólo lo inimaginable e impredecible es “real”.
Ese es el terreno que hay que andar.
Todo lo que ansían tus expectativas, no es “lo que es”.
“Lo que es” no cabe en tus pobres expectativas.
Das por real lo que te dictan sus deseos y temores.
Todas las expectativas defraudan, ofrecen nada,
sólo nuestra pobre idea de lo real.
Silencia tus expectativas, no las persigas.
Espera sólo lo que surge del vacío más absoluto,
lo inconcebible, lo que no imaginan tus proyectos.
“Lo que es” desborda los propósitos humanos.
Desplaza tu atención,
de tu persona y expectativas,
a tu centro, una presencia absoluta y vacía.
En ese centro gustarás la sólida expectativa:
Nada que esperar.
Nada que venir.
Sólo despertar
a la presencia en ti,
idéntica a ti.
Despierta a tu ser
inconcebible.
EJERCICIO nº 8.
Ninguna experiencia concreta,
por extraordinaria que sea.
Eso es la liberación.
¿Te ocupas de tus experiencias?
De la dualidad estás preso.
Huye de todas tus vivencias.
De la indagación ocúpate
de tu sentimiento de ser.
Vuélvete, vacío de ideas,
a tu conciencia de existir.
Mantente en la noticia clara
de lo que es el puro existir,
de lo que es sólo ser-conciencia.
Es la única realidad
en toda acción y movimiento.
Huye el ansia de experiencias.
Nada de lo que busques vale.
Nada de lo que esperes vale.
Nada que experimentes vale.
Sólo la unidad vale,
donde no puede haber
experimentador
ni experiencias.
EJERCICIO nº 9.
No esperes que “lo que es” tenga el sabor de lo que “parece ser”.
No esperes que los otros alimentos sepan como los terrestres.
Si caes en ese error, ni los reconocerás ni los gustarás.
Si te empeñas en permanecer en la dualidad,
no advertirás el paso de la unidad.
Si quieres ser tú mismo, no verás al Ser.
Si te muestras codicioso con “lo que es”,
permanecerás vacío.
Si te empeñas en llenar de agua tu pequeño cubo,
no te sumergirás en el mar.
Pretender que “lo que es” te satisfaga
es una necedad y una irreverencia.
Si esperas que la lluvia empape tu pedazo de tierra,
no comprenderás que sólo Él es,
no comprenderás nunca que eres su lluvia.
EJERCICIO nº 10.
“He encontrado un tesoro siendo paciente”. (Rumí en el Mathnawî).
Espera pacientemente a que el edificio de deseos y esperanzas se derrumbe.
En las ruinas encontrarás un tesoro.
Todo lo que parecía responder a deseos y expectativas, no cumple.
Sólo son promesas huecas.
Sólo el Vacío, eso que parece nada, es la respuesta.
Sólo “el que es”, que es el vacío de toda posible objetivación y cualificación,
es la respuesta a todas las preguntas y a todas las expectativas.
Nada ni nadie desata los nudos, sólo el que parece nada los deslía.
Pero para eso hay que esperar pacientemente.
Si desesperas caerá sobre ti el destino.
Y el destino es el peso de tus deseos, temores y expectativas
y las de tus antepasados.
El destino cegará tus ojos.
Y al final será la ruina estéril.
No creas las promesas para el mal del deseo.
Son todas mentiras.
EJERCICIO nº 11.
La presencia cierta y vacía,
que es de mi intimidad el centro,
es el Guía, el camino y meta,
es Testigo y testificado,
es “el que es”, mi naturaleza,
es el que sabe y lo sabido,
el Ser-Conciencia no-dual,
la liberación del apego.
Es una presencia constante,
es una ausencia que es certeza.
Es la respuesta espontánea
que surge, sin usar palabras,
a toda posible pregunta.
La respuesta que se demora
es de la mente, incorrecta,
porque crece desde los suelos
del sujeto y de sus deseos,
de sus miedos y expectativas.
Cuando la respuesta procede
“del Presente” que es una ausencia,
pensamiento, sentir y acción,
responderán perfectamente
a toda pregunta o cuestión.
EJERCICIO nº 12.
Un peligroso desagüe en el camino.
Quien haciendo camino busca qué comer,
está perdido, fácilmente será engañado.
Quien caminando busca algo para sí,
caerá en miles de trampas.
Quien en la Vía busca algo que comer,
es semejante a quien recoge grano,
con un agujero en el saco.
Lo que reúne, lo pierde.
El esfuerzo por escapar a la egocentración
y entrar en el conocimiento silencioso,
lo pierde, quien busca algo de que vivir.
Quiere que muera el ego por inanición, pero lo alimenta.
Quien recorriendo la Vía pretende vivir de lo que coma en ella,
no ha entendido la tarea: desnudarse de toda pretensión.
Quien busca comida de sabores sutiles,
quiebra la primera regla: acumular sinceridad sobre sinceridad.
La sinceridad va recta, simple, sin dobleces,
sencilla, sin segundas intenciones;
busca “lo que es” y sólo “lo que es”,
no a sí mismo en “lo que es”.
EJERCICIO nº 13.
La perplejidad es el resultado de la aproximación a “el que es”,
sin ser ni individuo ni individuación alguna.
La perplejidad es la cosecha de quienes caminan por la vía de la certeza,
sin que sea certeza de nada ni de nadie.
La perplejidad es la compañera inseparable de quien conoce,
sin que pueda decir qué conoce.
La perplejidad invade a quien ama,
sabiendo que a ama un abismo inconcebible.
La perplejidad es inevitable para el que está invadido de gozo,
sabiendo que es por todo y por nada.
La perplejidad no abandona al que se siente
asentado en la paz inconmovible de una ausencia.
La perplejidad acompaña al que siente el peso y el calor de una presencia,
que es una ausencia.
La perplejidad es el lote que acompaña al pobre viviente,
cuando se adentra en los campos infinitos del Ser-Conciencia.
La dulce perplejidad abruma a quien comprende que “el que es”
es el Padre verdadero de su propio ser.
EJERCICIO nº 14.
Nadie puede describir la acción del inconcebible;
pero actúa.
Nadie puede describir el camino hacia lo no objetivable;
pero se camina hacia él.
Nadie puede concebir al que no es “otro” de nada;
pero se despierta al más íntimo que la intimidad.
Nadie puede seguir huellas en el mar;
pero hay guía.
Nadie puede comprender la profunda atracción de “Eso” que es nada;
pero la seducción actúa.
Nadie puede entender el amor a lo que no tocan nuestras manos;
pero el amor es real.
EJERCICIO nº 15.
El cuerpo, raíz del ego, es la raíz de todas las formas.
El cuerpo es la raíz y el soporte del ego.
Y del ego proceden las formas que damos a las realidades.
De esa misma fuente proceden
las imágenes que construimos del Absoluto.
El ego y su pedestal, el cuerpo, son la razón de que nos liguemos a formas
y que liguemos el Ser a formas.
No concebimos que algo exista
sin que esté ligado a una forma.
Así comprende el ego: todo lo que es, es porque tiene una forma.
Esta es la ley del sentir y comprender de todos los vivientes.
Esa ley nos empuja a construir imágenes del Absoluto y convertirlas en ídolos.
El ego y el cuerpo son la fuente de todos los ídolos.
Cuando hacemos del Absoluto un ídolo,
entramos en guerra con los ídolos construidos por otros.
Esa es la guerra de religiones.
La guerra de religiones es guerra de ídolos colectivos.
Hija de la ignorancia colectiva.
Quienes no construyan ídolos, no van a la guerra.
Y quienes van a la guerra no conocen “al que es”;
lo han sustituido por un ídolo.
Hay guerra cuando se derrama sangre
y cuando se ignora y se menosprecia.
Hay guerras de muchas clases,
pero los ídolos siempre terminan por reclamar sangre.
EJERCICIO nº 16.
El conocimiento conduce a la perla
que se esconde en el corazón:
la fuente del propio ser.
Ese es el único actor.
Un actor que no es un actor,
porque ¿quién o qué hay fuera de Él?
El intento por lograr el conocimiento,
parece que brota del ego. No es así;
su raíz está en la joya oculta en el corazón.
La joya es el espíritu del hombre,
espíritu que carece de forma.
Ahí está el verdadero actor: “el que es”,
la eficacia del intento.
El conocimiento muestra
que el destino no es lo que parece ser;
ni el libre albedrío es lo que parece ser,
ni es lo que parece ser el intento.
Lo que hay es el Único
y la manifestación del Único.
Fuera de eso no hay nada.
En nuestro pobre ser,
su manifestación,
el Único se conocer a sí mismo.
Nuestros ojos son sus ojos,
nuestros oídos sus oídos,
nuestra mente su mente,
nuestro sentir su sentir,
nuestras acciones sus acciones.
EJERCICIO nº 17.
En ti reside el poder de cruzar la gran frontera.
¿Quién ha robado mi montura?
¿Qué hay debajo de ti, oh maestro?
Sí, es el caballo, pero ¿dónde está el caballo?
¡Oh hábil jinete en busca de corcel, vuelve en ti!
El Espíritu está perdido,
porque su ser es tan manifiesto y cercano:
¿cómo puedes tener los labios secos,
si tus tripas están llenas de agua? [ 1 ]
Nos creemos sometidos al destino,
incapaces de seguir la llamada de los maestros.
Pensamos como si fuéramos alguien frente a Él.
No hay nada, ni nadie frente “al que es”.
Creyéndonos alguien,
preguntamos por nuestra montura:
¿Con qué poder podremos cruzar la gran frontera
y entrar en los jardines del silencio?
Pero no hemos perdido la montura,
porque el poder reside en nosotros mismos.
Rumí nos invita a que advirtamos
nuestra propia realidad.
EJERCICIO nº 18.
La búsqueda de la sabiduría.
El que busca la sabiduría se convierte en una fuente de sapiencia;
se vuelve independiente de las adquisiciones y de los medios. [ 2 ]
La búsqueda es la sabiduría:
nada que encontrar.
Búsqueda de un conocer sin forma,
que diluye a buscador y buscado.
Búsqueda independiente
de adquisiciones y de medios,
porque en ella no se pretende nada,
y resulta ser nadie el que busca.
Crecer en sabiduría
no es adquirir conocimientos,
ni ahondar saberes antiguos.
Es silenciar interpretaciones,
es desnudarse de sentires,
hasta llegar a la noticia cierta,
de corazón y de mente,
que diluye todo saber
y toda certeza.
¿Qué medios valen para obtener “nada”?
¿Cómo llegar a comprender
que “nadie” puede obtener “nada”,
porque “lo que es” es Sin forma?
Sólo el intento.
¿Intentar qué?
Despertar.
El intento no causa el despertar,
sólo es el lugar del despertar.
EJERCICIO nº 19.
Cuando el entendimiento de un hombre ha sido su maestro,
después de esto se vuelve su discípulo.
La lucidez dice, como Gabriel
“Oh Ahmad, si doy un paso más me quemaré.
Déjame, pues, y continúa:
éste es mi límite, oh sultán del alma”. [ 3 ]
Que la razón conduzca hasta el límite,
hasta las puertas de lo innombrable:
la frontera del conocimiento no dual.
Desmonta lo que la mente, construyó,
regida por la necesidad,
controlada por el destino
que viaja desde la lejanía
de las generaciones.
La razón lleva a la puerta del jardín,
pero no puede entrar.
Es maestra rigurosa y exigente
del que busca la sabiduría;
pero al llegar al umbral de su palacio
se convierte en discípula.
EJERCICIO nº 20.
Guía la razón al jardín,
sin tener el poder de entrar.
Las puertas del jardín se cierran,
bloquean todos sus esfuerzos.
Seguir, excede su poder,
sin estar jamás en su contra.
Un conocer sin argumentos,
sin pronunciar ni una palabra.
Noticia recia y siempre cierta,
donde nadie conoce nada.
El nuevo guía es silencioso,
con un callar muy elocuente.
La razón, con rigor, nos muestra
que lo que parece real,
es tan sólo la construcción
de la necesidad humana.
Es su última afirmación:
“esa construcción no es real”.
Aquí se acaba su poder.
Prohibido saltar el límite.
Le toma el relevo un poder,
¡el gran secreto de la mente!
el de penetrar en silencio
en el interior del jardín.
La razón es desbrozadora
abriendo y limpiando el camino
para que pueda entrar el guía
que conoce todo el jardín.
El guía interno, sabio y mudo,
tan hondamente silencioso
que estando en mi interior es nadie.
Nadie es el guía, el certero.
[ 1 ] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 97.
[ 2 ] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 92.
[ 3 ] Rumí: Mathnawî. Madrid, 2003, Editorial Sufí, Tomo I, pg. 93.