Donde rige el deseo no hay libertad, por más que pueda parecerlo. Donde rige el deseo hay sujeción, sumisión, necesidad. Pero el deseo humano es complejo, flexible y no es, como el de los animales, de una sola dirección.
Para poner un ejemplo: la sed es un deseo que puede satisfacerse de muchas maneras: bebiendo agua, bebiendo algún producto azucarado que puede ser limonada, coca-cola, pepsi-cola, fanta, etc., o con alguna bebida alcohólica, que también tiene múltiples variables. El que se opte por una bebida u otra dependerá de las posibilidades, de los hábitos adquiridos familiar o personalmente, de la propaganda, de la influencia del entorno, etc.
Casi todos los deseos humanos tienen una variedad de satisfacciones posibles como en el caso de la sed. ¿Se le puede llamar a eso “libertad”? En un sentido, sí, porque hay posibilidad de variedad de opciones. Pero en otro, más hondo, no se le puede llamar libertad, porque hay una rígida determinación de fondo, aunque dentro de una gran flexibilidad.
Para que haya auténtica libertad, tiene que haber distanciamiento del deseo, distanciamiento de la necesidad. Habrá necesidades de tipo fisiológico de las que no nos podremos distanciar más que temporalmente; pero hay otras necesidades, más adentradas en el campo más elaborado de la cultura, de las que sí será posible distanciarse.
Sólo distanciándose del deseo, puede haber libertad. Quien se hace capaz de distanciarse del deseo, puede distanciarse de las interpretaciones y valoraciones que el deseo impone y de las actuaciones que desencadena. Sólo quien se hace capaz de distanciarse del deseo, de las interpretaciones y valoraciones que impone y de las acciones que desencadena, puede interesarse por las realidades en ellas mismas. Sólo ese es libre con respecto a las realidades y con respecto a sí mismo.
Quien no es capaz de distanciarse del deseo y todas sus consecuencias sólo repite, es incapaz de novedad en su relación con todas las realidades. Los animales, que no pueden distanciarse del deseo y sus consecuencias en el orden de la interpretación, valoración y acción, sólo repiten, carecen por completo de novedad, porque no son libres. Sólo los humanos, en la medida en que nos hacemos capaces de distanciarnos del deseo y sus consecuencias, podemos ser libres y tener acceso a la novedad.
Sin libertad y sin acceso a la novedad sólo se repite, no puede haber creatividad. Por consiguiente, la capacidad de creatividad está ligada a la capacidad de distanciamiento del deseo, a la capacidad de silenciamiento de las interpretaciones, valoraciones y acciones que impone el deseo, a la capacidad de interés por las realidades en sí mismas y a la capacidad de libertad.
La calidad específicamente humana pasa por “IDS” (interés, desapego, silenciamiento): por el interés por las realidades mismas, por el distanciamiento y desapego y por el silenciamiento interior de las interpretaciones, valoraciones y acciones que impone el deseo. La calidad específicamente humana está en relación directa a la capacidad de IDS, que es capacidad de verdadera libertad y capacidad de novedad e innovación.
Tenemos, pues, que el cultivo de IDS equivale al cultivo de la calidad humana, al cultivo de la libertad y al cultivo de la capacidad de innovación. Sin el cultivo explícito o implícito de IDS estamos muy próximos a la condición animal, sin verdadera libertad y con una vida repetitiva, aunque pueda haber la variedad de beber nuevos productos de bebidas surgidas en el mercado.
Ese mismo cultivo de IDS que es capaz de proporcionar la calidad específicamente humana, es el vehículo del camino interior.
Por consiguiente, hay dos posibles cultivos de IDS, uno que es pragmático y si se quiere utilitario y ordenado a una mejor supervivencia, y otro que es gratuito, no ordenado a la supervivencia. Este segundo cultivo es adentrarse en unos campos del existir que abren a una dimensión que es nuestra condición y una cualidad netamente y exclusivamente humana.