6.
(A partir de: Viaje a Ixtlan, cap. 8 y 9)
Un cazador digno de serlo no tiene rutinas. No es de ningún modo como los animales que persigue, fijos en rutinas pesadas y en caprichos previsibles. Es libre, fluido, imprevisible. (114)
Un cazador no sólo debe conocer los hábitos de su presa (…) Debe vivir como cazador para sacar lo máximo de su vida. (119)
En el capítulo se entrelazan dos niveles de «rutina»: la repetición de hábitos superficiales y la identificación con una determinada forma de ser (y con sus hábitos y costumbres).
Desde el instante de nacer, poco a poco vamos construyendo una «personalidad», una forma de hacer y de ser, como adaptación a las personas que nos rodean, todo un proceso básicamente inconsciente, para salir bien parados en la batalla de la vida, en la que nos aprovechamos unos de los otros, y procuramos salir con éxito.
Estos hábitos son las rutinas profundas que nos atan y nos impiden vivir desde la totalidad de lo que somos.
La identificación es tan profunda que no es fácil darse cuenta de ello con toda radicalidad.
Podemos dedicar este rato a pensarlo y tomar conciencia de ello, sin más pauta concreta.
O también, como estrategia:
tomar conciencia de que quizás estamos viviendo los últimos momentos o días en esta maravillosa tierra. El contraste puede ayudarnos a poner al descubierto la «personalidad-rutina».
Lo que estás haciendo ahora puede ser tu último acto sobre la tierra. No hay poder capaz de garantizar que puedas vivir un minuto más. (…) Si esto fuera tu última batalla, yo diría que estás desperdiciando en tonterías tu último acto sobre la tierra. (123-124).
1.
Podríamos elegir un lapso de tiempo ya vivido o a próximo. Por ejemplo, lo que hemos vivido esta tarde. O lo que previsiblemente será nuestro día de mañana.
Sin prisa, poco a poco, revivo la tarde (o proyecto el día de mañana).
¿Qué he hecho (o haré), dónde he estado, a quién he visto… qué me ha movido, me ha importado alguna cosa, o no,… Observo.
2.
Después procuro volverlo a mirar, revivirlo, desde la profunda conciencia de no tener ya más oportunidades de vivir aquel rato, de estar con aquellas personas, de estar en aquel lugar… Sumergirnos en la tarde (o en el mañana) con la profunda conciencia de oportunidad única. Cómo lo vivimos, cómo lo saboreamos, qué cambia.
3.
Tomando conciencia del contraste, ¿puedo «cazarme”? ¿Atrapar algún hábito-rutina? ¿Logro comprender en alguna medida cómo este comportamiento me quita libertad, flexibilidad, capacidad de estar del todo presente, viviendo de verdad?
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Para continuar profundizando estos días, nos pueden ayudar las palabras de Nisargadatta (en Yo soy Eso).
Para Nisargadatta el vivir identificados con esta «personalidad» (que no es más que «un conjunto de hábitos y recuerdos») es el obstáculo para poder experimentar el ser ilimitado que somos (‘lo soy todo’ , ‘soy todos los seres’, ‘amor sin límites’, …). Propone la observación para podernos dar cuenta de ello y salir de la trampa.
La personalidad es sólo un obstáculo. (…) Mientras siga sin verla como un mero hábito, construido en la memoria e impulsado por el deseo, seguirá creyendo que usted es una persona, activa, pasiva, contenta o disgustada. (…) (153)
Véalo como lo que son: meros hábitos de pensamientos y sentimientos, conglomerados de recuerdos y de deseos. (…) Esas autoidentificaciones son la causa de la esclavitud. (…) Cuando usted entiende que es el testigo puro y tranquilo, y que la conciencia sin miedos es su verdadero ser, usted es el ser. Es el origen, la Posibilidad Inagotable. (110) No se conoce a sí mismo como algo separado del mundo, es el mundo. (156)
Sea egoísta del modo adecuado. Destruya todo lo que se interponga entre usted y la felicidad. Sea todo, ámelo todo, sea feliz, haga feliz. No hay felicidad mayor. (167)