1. Práctica con los capítulos 2-3
Recalcó que si en verdad quería aprender, debía remodelar la mayor parte de mi conducta.
– Te tomas demasiado en serio. Te das demasiada importancia. ¡Eso hay que cambiarlo! Te sientes lo más importante, y eso te da pretexto para molestarte con todo. (V.I.,45)
Mientras te sientas lo más importante del mundo, no puedes apreciar en verdad el mundo que te rodea. Eres como un caballo con anteojeras: nada más te ves tú mismo, ajeno a todo lo demás. (V.I., 47)
La mayor parte del tiempo no soy consciente de sentirme «tan importante». Pero hay una regla de tres que da la razón a la afirmación de don Juan: sé que allí donde hay inquietud, tristeza, malos humores, sentirme ‘por encima de’, etc. hay un yo que se siente importante. Si no hubiera un yo importante, aquí, en mí, sólo habría una mirada (atenta, pacífica…) capaz de estrenar cada momento, cada situación, cada persona. ¡Infalible regla de tres!
Podríamos elegir alguna situación de esas en las que reconozco la presencia del «yo importante», y observarla.
– Observar las reacciones del yo, los tics, el «estilo» que adopta su importancia.
– Tratar de imaginar la misma situación sin esas anteojeras.
[sabemos que no se trata de modificar una pose, una actitud, o de «reprimir» un mal humor. El ejercicio va orientado a tomar conciencia y comprender algo más el protagonismo del yo; y comprendiéndolo, rebajar su poder]
El mundo que nos rodea es un misterio.
ni ellas (plantas) ni nosotros tenemos más ni menos importancia.
Habla con las plantitas hasta que pierdas todo sentido de importancia.
Lo importante es sentir que te cae bien y tratarla como tu igual.