Análisis de la crítica a la Religión de Bertrand Russell desde la Epistemología Axiológica por Montserrat Cucarull

La pretensión del trabajo es una reflexión sobre la epistemología axiológica. A partir de un caso práctico, intentaremos poner de manifiesto, los criterios y las opiniones, basados en una epistemología mítica que todavía están operando; mostraremos los argumentos en los que se apoya el texto que analizamos, al mismo tiempo que explicaremos algunos conceptos respecto a la nueva antropología en la que se fundamenta la epistemología axiológica.

Para ello hemos partido de una breve publicación que reúne algunos ensayos y conferencias de Bertrand Russell[1], un conjunto de textos que muestran su pensamiento respecto al hecho de ser cristiano, al papel que han jugado las religiones, la moral, lo que él dice que cree… . Es, en definitiva, una crítica a las religiones.

Aunque Bertrand Russell fue reconocido  por sus contribuciones a temas tan puramente abstractos como la lógica y la teoría del conocimiento, también se le reconoció socialmente como uno de los grandes ateos en moral y religión hasta el punto que se le vetó en la universidad de la ciudad de Nueva York después de haber sido invitado para cubrir una vacante.

Su pensamiento respecto a la religión podría resumirse en una frase:

“Creo que todas las grandes religiones del mundo —el budismo, el hinduismo, el cristianismo, el islam —son a la vez mentirosas y dañinas”.[2]

Lo que nos proponemos es aclarar y verificar la capacidad teórica de la epistemología axiológica y la antropología que le acompaña para analizar una argumentación tan influyente como la de Bertrand Russell. Por consiguiente, no pretendemos hacer un estudio exhaustivo de su pensamiento sino que, partiendo de esta pequeña publicación en la que él mismo explica sus razonamientos en éste ámbito, intentaremos poner de manifiesto que para adecuarnos a las nuevas sociedades de conocimiento no podemos seguir operando con epistemologías míticas ni con concepciones antropológicas no adecuadas.

Partimos de datos 

Nuestro objetivo para la argumentación será no olvidar en absoluto, nuestra condición de animales hablantes que viven de modelar el medio para sobrevivir en él, como hace cualquier otro animal. Este es el punto de partida antropológico.[3] Ninguna modelación animal tiene la pretensión de describir la realidad. Nosotros como vivientes tampoco.

Con los cambios acelerados de los modos de vida que nos proporcionan las ciencias y las tecnologías, se ha ido creando una conciencia colectiva más o menos clara, pero ya operante, de que toda cuestión humana, nos la construimos y organizamos nosotros: la política, las relaciones laborales, la familia, la convivencia en una sociedad globalizada, el cuidado del medio…también el asunto de la espiritualidad.

Sabemos que al tener que construir nuestros propios sistemas de cohesión, nuestras finalidades de  vida, una explicación de la existencia, es decir, al construir nuestros sistemas axiológicos, no podemos partir ya de creencias. Para ser rigurosos tendremos que partir de datos, por eso decíamos al principio que no queremos apartarnos de nuestra condición de animales.

Ya no podemos basarnos en una concepción/creencia, del hombre como cuerpo y espíritu, o lo que sería su versión laica como un animal racional pensando que la ciencia o la razón puede solventarlo todo: esos no son datos.

¿De qué datos partimos pues?

Somos animales hablantes con una serie de necesidades que debemos satisfacer para sobrevivir en el medio, como cualquier otro animal. La peculiaridad respecto al resto, es que con la lengua y con ella mediante la cultura acabamos de configurar lo que genéticamente no tenemos determinado y así nos hacemos viables.

La cultura es la forma de vida de un animal viviente, nos proporciona una interpretación de la realidad y la modela en unas condiciones concretas de supervivencia a la medida de nuestras necesidades para que podamos actuar.

La función  de la cultura es generar un sentir sobre uno mismo, sobre el medio y del grupo que cohesione, que estructure la percepción y la interpretación de toda realidad y eso se logra con cualidades concretas y sensitivas.

La cultura es pues un proyecto colectivo axiológico; diferentes culturas son diferentes proyectos axiológicos. Es una interpretación de la realidad y al mismo tiempo es un sentir. Todo lo que tiene que ver con el sentir es cualitativo y concreto, no puede ser abstracto.

La base de todo sistema cultural es axiológica, ha de construir un medio estimulante para que el actor motivado actúe en él. La dimensión axiológica humana tiene rasgos cualitativos, es una creación colectiva y no puede operar con conceptos abstractos por tanto tendremos que partir de que en nuestras sociedades de conocimiento, científico-técnicas, el sistema cultural tendrá que tener como pilar un sentir. No podemos sobrevivir sin un sistema axiológico bien estructurado que ejerce la misma función  que el sistema de estimulación animal.

Mediante la lengua, que es nuestro sistema de comunicación, no describimos realidades dadas por la naturaleza de las cosas, sino que modelamos nuestra percepción, nuestra valoración e interpretación del medio, es decir de la realidad, por tanto también modelamos nuestra acción en él.

Los valores son significados puestos en valor y como tales capaces de despertar necesidades, pero no existen fuera de las expresiones lingüísticas, son modulaciones en el interior de la comunicación y se refieren siempre a actuaciones en el medio.

El habla es pues un invento biológico pero la forma de hablar es una construcción cultural; si cada cultura modula mediante el habla, su interpretación, su significación del medio, dependiendo del modo de sobrevivencia, la condición de hablantes aptará al animal humano para sobrevivir flexiblemente en el medio, sin necesidad de variar su condición genética.

Esa es, expuesta muy esquemáticamente, la nueva antropología del animal humano que habla. Todo lo relacionado con la simbiosis, la cuestión axiológica, incluso la espiritualidad porque también es cuestión humana, ha de poderse explicar desde esta base antropológica que parte de la necesidad que ha de ser satisfecha.

Los nuevos modos de vida, han dejado atrás concepciones antropológicas tales como que somos “cuerpo/espíritu”, tampoco somos un “animal racional”. Ni el “espíritu/alma” ni la “racionalidad” son nada añadido a nuestra condición de animal; no son un plus, no podemos considerar al hombre como un ente de “dos pisos”, no hay nada en el animal humano que no esté al servicio de la sobrevivencia. Hemos de partir de esos datos.

Nuestra condición de hablantes hace que tengamos que construirnos todos los “cómo sobrevivir” para acabar de programarnos. La lengua juega ese papel con su estructura dual. Todos nuestros sistemas axiológicos, valorativos son pues construcción nuestra, y su finalidad es primariamente  sobrevivir mejor en el medio.

Lengua y metalenguas

 Cualquier otro uso de la lengua natural, tal como la creación de las metalenguas científicas y tecnológicas, o como las metalenguas mítico-simbólicas (las que nos hablan de mitos, símbolos, construcción del lenguaje poético), se ha de poder explicar desde los rasgos fundamentales de la lengua natural y de su pretensión fundamental, que es la de acabar de programarnos para modelar  y actuar en el medio.

Así el lenguaje mítico-simbólico, programa a la sociedad a la que se dirige, cohesionándola, organizándola a un fin, al mismo tiempo que  facilita el acceso a la dimensión gratuita de la realidad, axiológica, empleando para ello un lenguaje construido con elementos sensibles, concretos, con finalidad valorativa y motivacional. Es así como hemos de entender el lenguaje de los mitos y símbolos de las tradiciones.

Se trata de un lenguaje que en este tipo de sociedades, se interpreta como descriptivo de la realidad.  Lo que dicen el mito o el símbolo es tal cual es la realidad, no hay alternativa, por eso decimos que es un lenguaje que fija y que es propio de sociedades que viven de hacer siempre lo mismo; es decir  las transformaciones se generaban muy lentamente, y la conciencia colectiva era la de reproducir lo heredado, sin modificaciones. Por ello se habla de sociedades estáticas.

Esa forma de interpretar la realidad es lo que se llama epistemología mítica.

El lenguaje técnico científico es otro metalenguaje que al contrario del mítico-simbólico no tiene finalidad axiológica, valorativa. Se interesa por las realidades pero no por su valor sino por el cómo están estructuradas para manejarlas mejor y poder revertir este conocimiento en provecho para la colectividad, en última instancia sobrevivir mejor.

Por tanto es un tipo de lenguaje que se despreocupa del proceso valorativo, axiológico, de la lengua. Es un lenguaje abstracto y porque lo es, gana en agilidad y capacidad de transformación.

En las nuevas sociedades en las que ya opera el convencimiento de que todo nos lo hemos de construir nosotros, la epistemología axiológica se ocupa de crear un saber preciso y metódico para poder construir nuestros propios proyectos axiológicos a todos los niveles.

Con la herramienta de la epistemología axiológica, podemos utilizar todo el aparato teórico de la lingüística para entender los diferentes mundos axiológicos humanos. Eso nos permite estudiar las grandes creaciones axiológicas de nuestros antepasados, ver cómo fueron construidos, cómo funcionaron, su pretensión y ver la relación que tenían con los modos concretos de sobrevivir. La epistemología axiológica es pues imprescindible para poder crear hoy sistemas axiológicos  adecuados a  las nuevas  formas de sobrevivencia.

La epistemología axiológica debe intentar precisar, lo más posible, los dos tipos de formalidad: la propia de los saberes abstractos como las ciencias, que es la lógica; y la propia de lo concreto, sensible, axiológico, que es la lógica concreta o semiótica.

Desde esta breve base teórica vamos a analizar las afirmaciones de Bertrand Russell sobre la religión y ver la epistemología y antropología con la que operan.

Resumen de algunas afirmaciones de Bertrand Russell

  “La Iglesia Católica estableció que la existencia de Dios puede ser probada por la razón sin ayuda, y dieron los argumentos para probarlo. Son varios, pero sólo citaré unos pocos.”[4]

 

El argumento de la primera causa

 “Quizás el más fácil y sencillo de comprender es el argumento de la Primera Causa. (Se mantiene que todo cuanto vemos en este mundo tiene una causa, y que al ir profundizando en la cadena de las causas llegamos a una Primera Causa, y que a esa Primera Causa le damos el nombre de Dios).

Ese argumento, no tiene mucho peso en la actualidad. Los filósofos y los hombres de ciencia han estudiado la causa y ésta ya no posee la vitalidad que tenía; pero, aparte de eso, se ve que el argumento de que tiene que haber una Primera Causa no encierra ninguna validez.

Si todo tiene que tener alguna causa, entonces Dios debe tener una causa. Si puede haber algo sin causa, igual puede ser el mundo que Dios, por lo cual no hay validez en ese argumento”

 Este argumento es una crítica de razón a una argumentación de razón, filosófica. Su crítica viene a decir: falla la lógica…

En realidad fue un intento de racionalización del mito, pero como tal racionalización hoy ya no se aguanta.

En ambos casos, tanto en la argumentación filosófica como la crítica de B. Russell, se parte de que el humano es un animal racional y como tal, la razón es suficiente para demostrar o negar la existencia de Dios; como si Dios fuera un “ente”, “algo” de lo que hay que demostrar su existencia.

Desde la nueva antropología diríamos que nuestra especie se constituye como tal porque habla, no porque es un animal racional.

La ley natural 

“La gente observó los planetas que giraban en torno al sol, y pensó que Dios había dado un mandato a aquellos planetas para que se moviesen así y que lo hacían por aquella razón. Aquella era, claro está, una explicación sencilla y conveniente que evitaba el buscar nuevas explicaciones de la ley de la gravitación.

 Ahora sabemos que muchas cosas que considerábamos como leyes naturales son realmente  convencionalismos humanos. Y muchas otras cosas que se han considerado como leyes de la naturaleza son de esa clase. 

Y aparte de eso que representa el momentáneo estado de la ciencia que puede cambiar mañana, la idea de que las leyes naturales implican un legislador se debe a la confusión entre las leyes naturales y las humanas.

Las leyes humanas son preceptos que le mandan a uno proceder de una manera determinada, preceptos que pueden obedecerse o no; pero las leyes naturales son una descripción de cómo ocurren realmente las cosas y, como son una mera descripción, no se puede argüir que tiene que haber alguien que les dijo que actuasen así, porque, si arguyéramos tal cosa, nos veríamos enfrentados con la pregunta « ¿Por qué Dios hizo esas leyes naturales y no otras?»

Si se dice que lo hizo por su propio gusto y sin ninguna razón, se hallará entonces que hay algo que no está sometido a la ley, y por lo tanto el orden de la ley natural queda interrumpido. Si se dice, como hacen muchos teólogos ortodoxos, que, en todas las leyes divinas, hay una razón de que sean esas y no otras —la razón, claro está, de crear el mejor universo posible—entonces el mismo Dios estaría sometido a la ley y, por lo tanto, no hay ninguna ventaja en presentar a Dios como un intermediario: realmente, se tiene una ley exterior y anterior a los edictos divinos y Dios no nos sirve porque no es el último que dicta la ley.

En resumen, este argumento de la ley natural ya no tiene valor.

Los argumentos usados en favor de la existencia de Dios cambian de carácter con el tiempo. Al principio, eran duros argumentos intelectuales que representaban ciertas falacias completamente definidas. Al llegar a la época moderna, se hicieron menos respetables intelectualmente y estuvieron cada vez más influidos por una especie de vaguedad moralizadora.”

En su argumentación viene a decir que la ciencia  avanza y se mantiene en continuo desarrollo. Gracias a ello lo que antes se consideraba como ley natural o divina, ahora podemos entender que lo que hace es describir la realidad tal como es, modificando su descripción a medida que la ciencia va avanzando. Como las ciencias van cambiando sus interpretaciones, a medida que avanzan, podemos decir que dichas leyes son convencionalismos, no deseos divinos.

Concluye así diciendo que los  argumentos para demostrar la existencia de Dios quedan muy debilitados.

Lo que está haciendo es una interpretación de la ciencia con epistemología mítica, ya que para él la ciencia describe la realidad tal como es, no considera que lo que está haciendo es otra modelación; si lo viera de esta manera ya no tendría interés en argumentar en contra de la existencia de Dios, pues entendería que ambas son modelaciones.

Los avances y la complejidad de las ciencias nada tienen que ver con lo axiológico.

La ciencia es una modelación de la realidad, que usando un lenguaje abstracto no tiene ninguna finalidad axiológica, por tanto no sirve para hablar de otro tipo de lenguaje (el mítico-simbólico) que sí la tiene.

No se pueden poner en el mismo plano de discusión los dos niveles.

 

El argumento del plan 

“Todo en el mundo está hecho para que podamos vivir en él, y si el mundo variase un poco, la vida humana no sería posible. Ese es el argumento del plan.

Desde Darwin, entendemos mucho mejor por qué las criaturas vivas se adaptan al medio. No es que el medio fuera adecuado para ellas, sino que ellas se hicieron adecuadas al medio, y esa es la base de la adaptación. No hay en ello ningún indicio de plan.”

De modo esquemático la defensa del argumento sería: todo obedece a un plan divino; Dios hizo el mundo así para que las criaturas pudieran vivir en él.

Pero según Russell, es Darwin con su teoría científica el que nos da la explicación. Por tanto, la llamada providencia divina es falsa porque Darwin nos ha dado la explicación científica…

De hecho está cometiendo el mismo error anterior, al pensar que la ciencia describe las cosas tal como son.

Desde la epistemología axiológica argumentaríamos que Darwin, con su teoría de la evolución, lo que hizo fue otra modelación.

 

El argumento del remedio de la injusticia

 “Se dice que la existencia de Dios es necesaria para traer la justicia al mundo.

En la parte del universo que conocemos hay gran injusticia, y con frecuencia sufre el bueno y prospera el malo; si se va a tener justicia en el universo en general, hay que suponer una vida futura para compensar la vida de la tierra. Por lo tanto, dicen que tiene que haber un Dios, y que tiene que haber un cielo y un infierno con el fin de que a la larga haya justicia.

Si se mira el asunto desde un punto de vista científico diría: «Después de todo, yo sólo conozco este mundo. No conozco el resto del universo, pero, basándome en probabilidades, puedo decir que este mundo es un buen ejemplo, y que si hay injusticia aquí, lo probable es que también haya injusticia en otra parte».”

La argumentación del mito era que, a pesar de que en el mundo  ahora reine la injusticia, en último término, Dios hará justicia.

El propósito de esta argumentación mítica era el de programar a un colectivo y hacerle aceptar la condición humana y la injusticia. Dios era el remedio como proyecto axiológico colectivo y aunque desde la epistemología mítica se interpretaba como una descripción de la realidad, desde la epistemología axiológica vemos y entendemos que es una modelación, no es una descripción.

Lo que hace Bertrand Russell es argumentar que la ciencia no puede afirmar que exista ni el cielo ni el infierno; eso para él, sería una construcción  no  coherente. A un lenguaje axiológico cualitativo y sensitivo propio del mítico-simbólico, le contrapone  un lenguaje abstracto, el científico; de hecho contrapone una epistemología mítica con otra epistemología mítica, ya que viene a decir: esta descripción de la realidad era falsa, el razonamiento científico actual es el válido.

Así él comete el mismo error  ya que lo que defiende tampoco lo considera  una modelación sino que es la explicación válida, la toma como una descripción de la realidad.

 

Defectos de las enseñanzas de Cristo

 “Ahora tengo que decir unas pocas palabras acerca de un asunto que creo que no ha sido suficientemente tratado por los racionalistas, y que es la cuestión de si Cristo era el mejor y el más sabio de los hombres. Generalmente, se da por sentado que todos debemos estar de acuerdo en que era así. Yo no lo estoy.

[…]

No creo que uno pueda ver la superlativa virtud ni la superlativa bondad de Cristo, tal como son pintadas en los Evangelios; y aquí puedo decir que no se trata de la cuestión histórica. Históricamente, es muy dudoso el que Cristo existiera, y, si existió, no sabemos nada acerca de Él, por lo cual no me ocupo de la cuestión histórica que es muy difícil. Me ocupo de Cristo tal como aparece en los Evangelios, aceptando la narración como es, y allí hay cosas que no parecen muy sabias.

[…]

Se hallará en el Evangelio que Cristo dijo: « ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo será posible que evitéis el ser condenados al fuego del infierno?»

A mi entender este no es realmente el mejor tono, y hay muchas cosas como éstas en los evangelios acerca del infierno.

El conocido texto acerca del pecado contra el Espíritu Santo: «Pero quien hablase contra el Espíritu Santo, despreciando su gracia, no se le perdonará ni en esta vida ni en la otra».

No creo que ninguna persona un poco misericordiosa ponga en el mundo miedos y terrores de esta clase.

[…]

Yo no puedo pensar que, ni en virtud ni en sabiduría, Cristo esté tan alto como otros personajes históricos.”

Nuevamente podemos ver que toma el lenguaje evangélico al pie de la letra, como una descripción de la realidad, (“aceptando la narración como es”), no como una modelación con función axiológica y hace una crítica de la moral de Jesús  interpretando  que en los Evangelios lo que se describe es  “la moral de un Hijo de Dios”, que a su modo de ver tendría que ser “la moral perfecta” y juzga desde su moral racional diciendo que la de Jesús no es la adecuada.  Pero esta moral racional, la está interpretando desde una epistemología mítica que describe tal como es o debería ser la moral adecuada.

No tiene en cuenta la función axiológica con la que están escritos los evangelios y desde la racionalidad moral que según él “es la adecuada”,  interpreta el comportamiento de Jesús al pie de la letra y  encuentra  “defectos en Cristo”. Visto así no puede ponerle a la misma altura de otros personajes que considera con más “talla moral”.

Aquí y analizándolo siempre desde la epistemología axiológica, hay un fallo antropológico: considera la moral como racional, pero no se da cuenta que en la moral hay un componente axiológico y tampoco advierte que la moral está dependiendo del proyecto axiológico de la cultura correspondiente.

A este error añade el de pensar que con la ciencia se solventan todos los problemas humanos: los prácticos, teóricos y axiológicos, con lo que sólo acepta la posibilidad de una sola metalengua: la científica.

Otra vez claramente está operando con epistemología mítica, que no es la adecuada para poder hablar de estas cuestiones.

 

Otras afirmaciones

 […] “No creo que la verdadera razón por la cual la gente acepta la religión tenga nada que ver con la argumentación. Se acepta la religión emocionalmente”. 

El papel de la religión lo entendemos desde la epistemología axiológica, como el de programador de la comprensión-valoración y por tanto de la sensibilidad de todo el colectivo y es evidente que esta comprensión no puede programarse racionalmente y argumentando, sino que ha de hacerse sensitivamente y a través de concreciones.

Visto así, la religión se aceptaba pero no por temor, aunque también, ya que  al tener función programadora tenía que controlar a los colectivos, pero su pretensión era axiológica, es decir dotar de sentido y significación, por tanto de estimulación, a un mundo relativo al animal humano. No era por tanto una aceptación “emocional”.

Russell no entiende ese papel de la religión.

[…] “La religión se basa, principalmente, en el miedo. Es en parte el miedo a lo desconocido, y en parte, al deseo de pensar que se tiene un hermano mayor que va a defenderlo a uno en todas sus cuitas y disputas. El miedo es la base de todo.

En este mundo, podemos ahora comenzar a entender un poco las cosas y a dominarlas un poco con ayuda de la ciencia, que se ha abierto paso frente a la religión cristiana, frente a las iglesias, y frente a la oposición de todos los antiguos preceptos.

 La ciencia puede ayudarnos a librarnos de ese miedo cobarde en el cual la humanidad ha vivido durante tantas generaciones. La ciencia puede enseñarnos a no buscar ayudas imaginarias, a no inventar aliados celestiales, sino más bien a hacer con nuestros esfuerzos que este mundo sea un lugar habitable, en lugar de ser lo que han hecho de él las iglesias en todos estos siglos.

 Tenemos que mantenernos de pie y mirar al mundo a la cara: sus cosas buenas, sus cosas malas, sus bellezas y sus fealdades; ver el mundo tal cual es y no tener miedo de él. Conquistarlo mediante la inteligencia y no sólo sometiéndose al terror que emana de él. Todo el concepto de Dios es un concepto derivado del antiguo despotismo oriental. Es un concepto indigno de los hombres.

Un mundo bueno necesita conocimiento, bondad y valor; no necesita el pesaroso anhelo del pasado, ni el aherrojamiento de la inteligencia libre mediante las palabras proferidas hace mucho por hombres ignorantes. Necesita un criterio sin temor y una inteligencia libre. Necesita la esperanza del futuro, no el mirar hacia un pasado muerto, que confiamos será superado por el futuro que nuestra inteligencia puede crear.” 

En el fondo lo que está haciendo es desvalorizar siglos y siglos de  enseñanzas, no entiende la función que cumplieron los mitos y símbolos, la sabiduría que encierran y su lenta construcción a través de la historia de la humanidad.

Interpreta los mitos y símbolos del pasado desde la ciencia y dice que todo lo que han hecho las religiones es manipulación, que con la ciencia ya basta para enfrentarse a la vida, pero lo que no tiene en cuenta Bertrand Russell es que el individuo necesita un proyecto de estimulación para actuar en el medio y porque es un animal simbiótico, necesita que este proyecto sea colectivo, eso es, un proyecto axiológico.

La antropología subyacente a Russell es una antropología de un animal racional, y esa misma razón, para él, es ya un plus suficiente para vivir adecuadamente, pero en realidad no es así,  no basta con la ciencia. La ciencia usa un lenguaje abstracto que no es el adecuado para estimular a la acción. Somos un animal que habla y no suficientemente programado para sobrevivir, necesitamos la estimulación cualitativa, pero la ciencia es incapaz de darla.

 

Lo que creo – La vida buena 

Nosotros somos los que tenemos que determinar la vida buena, no la naturaleza, ni siquiera la naturaleza personificada por Dios.

La vida buena está inspirada por el amor y guiada por el conocimiento. Ni el conocimiento sin amor, ni el amor sin conocimiento, pueden producir una buena vida.

El amor es una palabra que comprende una gran variedad de sentimientos; la he usado, adrede, ya que quiero incluirlos a todos. El amor como emoción, es de lo que hablo.

[…]

Aunque el amor y el conocimiento son necesarios, el amor es, en cierto sentido, más importante, ya que impulsará a los inteligentes a buscar el conocimiento, con el fin de beneficiar a los que aman. Pero si la gente no es inteligente, se contentará con creer lo que le han dicho, y puede hacer daño a pesar de la benevolencia más genuina.

[…]

El amor en su plenitud es una combinación indisoluble de dos elementos, deleite y benevolencia.

En un mundo perfecto, todo ser consciente sería para los demás el objeto del amor pleno, compuesto de deleite, benevolencia y comprensión íntimamente mezclados.

[…]

Cuando surgen conflictos entre el deleite y la benevolencia tienen, en general, que ser decididos mediante la transigencia, no mediante la entrega completa a de cualquiera de ellos. El instinto tiene sus derechos, y si lo violentamos toma venganza de mil maneras sutiles. Por lo tanto, al tender a la vida buena, hay que tener en cuenta los límites de la posibilidad humana. Y otra vez aquí volvemos a la necesidad del conocimiento. 

Cuando hablo de conocimiento como de uno de los ingredientes de la vida buena no pienso en el conocimiento ético, sino en el conocimiento científico y el conocimiento de los hechos particulares. No creo que exista, hablando en puridad, el conocimiento ético. Si deseamos lograr algún fin, el conocimiento puede mostrarnos los medios, y este conocimiento puede pasar como ético.

Si nos proponemos un fin, la ciencia es la que tiene que descubrir los medios para lograrlo. Todas las reglas morales tienen que ser probadas examinando si realizan los fines deseados. Digo los fines que deseamos, no los fines que debemos desear.

Cuando digo que la moralidad de la conducta debe juzgarse por sus probables consecuencias, quiero decir que deseo que se apruebe la conducta que vaya a realizar los fines sociales que deseamos, y que se repruebe la conducta opuesta. 

Lo que distingue la ética de la ciencia no es una clase especial de conocimiento, sino sencillamente el deseo. El conocimiento que requiere la ética es exactamente igual que el conocimiento en otras partes; lo peculiar es que se deseen ciertos fines, y que la buena conducta es lo que conduce a ellos. 

Cuando dije que la vida buena consiste en el amor guiado por el conocimiento, el deseo que me impulsó, era vivir esa vida todo lo plenamente posible y procurar que los demás la vivieran; y el contenido lógico de la declaración es que, en una comunidad donde los hombres viven así, se satisfarán más los deseos que en una comunidad donde haya menos amor o menos conocimiento. No quiero decir que dicha vida sea «virtuosa» o que la contraria sea «pecaminosa», pues estos son conceptos que para mí no tienen justificación científica. 

En el fondo se da cuenta de que, sólo con la racionalidad no tiene bastante y pone por el medio el amor, pero no queda muy claro qué noción tiene de amor, lo describe como sentimiento, como emoción.

Es un amor entendido como deseo, benevolencia hasta cierto punto, que no perjudique al instinto…todo mezclado racionalmente.

De forma larvada demuestra que su antropología es insuficiente, le falta algo… y lo apaña confusamente con el amor, pero este amor es una noción muy ambigua.

Él no cree en una racionalidad ética y hace bien, ya que la racionalidad es abstracta y la ética es axiológica; pero no comprende que la fundamentación de la ética está en un proyecto axiológico que él no contempla y que considera superfluo ya que con la ciencia ya tiene bastante.

Esa solución que él ofrece de “la vida buena”, es una no-solución para los momentos actuales en los que carecemos de proyecto axiológico; la ciencia es nuestra gran posibilidad, eso es verdad, pero a la vez es nuestro gran riesgo si actúa sin ningún control. Necesitamos un proyecto axiológico para fundamentar la ética, para programar éticamente y así conducir a la ciencia para que no se vuelva en contra nuestra tal y como ya está haciendo y así poder sobrevivir adecuadamente.

 

Conclusiones 

Sólo hemos querido remarcar algunos párrafos del libro en los que Bertrand Russell  argumenta en contra de las creencias, y al mismo tiempo subrayar en qué se fundamenta.

Está claro que hace servir el criterio científico desde el cual todo argumento religioso basado en creencias queda desmontado. No hay que olvidar que éste criterio aún hoy es usado por muchos no creyentes.

Pero olvida que la interpretación que hace de las ciencias es estéril axiológicamente, ya que por método, éstas tienen que hacer abstracción de toda consideración de valor, tratan los hechos pero desprovistos de todo valor, y así los trabajan, manipulan y analizan; eso es muy adecuado para convertirlas en flexibles y útiles, pero estériles a nivel axiológico. Las nuevas sociedades de conocimiento viven de este crecimiento sumamente flexible y rápido y eso no tiene marcha atrás.

Russell deja de lado en todo su razonamiento, la posibilidad del animal hablante de acceder a la realidad de una manera absolutamente gratuita, no modelada por la necesidad, sin individualidad y sin pluralidad.

Esa es la base del conocimiento axiológico, cualitativo, un conocimiento que motiva y orienta al viviente para poder satisfacer sus necesidades.

Con la epistemología axiológica se ha de poder elaborar un sistema axiológico adecuado.

Como resumen diremos que en todas las contraposiciones que hemos ido haciendo, siempre se ponen de manifiesto dos estructuras de argumentación diferentes, es decir se argumenta desde dos planos diferentes  que Russell pretende reducir a un solo plano: el mítico simbólico que ya hemos dicho que no pretende describir la realidad pero con finalidad axiológica y que opera con su lógica correspondiente, al que se contrapone otra estructura que usa el lenguaje científico que se interesa por las realidades pero que no tiene finalidad axiológica y que a su vez usa la lógica científica.

Bertrand Russell, al no distinguirlos, invalida el lenguaje mítico desde otro lenguaje, el científico, pretendiendo reducir los dos a uno, con lo que él mismo se crea un problema axiológico que no será capaz de resolver.

Para nosotros, su solución no nos es  adecuada, no es solución. Por tanto no nos sirve su argumentación del por qué no es creyente. No es solución porque son dos estructuras distintas que no pueden compararse. Cada una tienen sus lógicas. Y eso lo afirmamos desde la epistemología axiológica.

Concluimos que en Bertrand Russell está operando un tipo de antropología que considera al hombre como un animal racional; la racionalidad interpreta que lo que dice la ciencia es tal como es esta realidad, por tanto nos encontramos con que ahora se ha sustituido el mito por la ciencia; la función que llevaba a cabo el mito como descripción de la realidad, ahora la cumple la ciencia cuando se considera que tiene pretensión descriptiva: en ambos casos se está operando con la misma epistemología mítica.

Desde la epistemología axiológica, distinguimos las estructuras y así tenemos en cuenta que el lenguaje empleado por el científico es completamente abstracto, no tiene capacidad valorativa, por lo que no puede ser axiológico. Tiene una finalidad diferente, pero de él vivimos, ya que gracias a su estructura progresa aceleradamente creando continuamente nuevos productos y servicios dando lugar a nuevas forma de vida, pero esa misma aceleración hace patente que precisemos también crear nuevos proyectos axiológicos para gestionar los potentes instrumentales científico técnicos que son capaces de alterar los modos de vida y el  medio. Y lo tenemos que hacer urgentemente para determinar qué ciencias se cultivan y para qué.

El lenguaje mítico y el científico, no están en el mismo plano y cada uno opera con su lógica. Por tanto no es adecuado argumentar con uno en contra del otro.

Bertrand Russell no posee ni la antropología ni la epistemología  adecuada a las nuevas sociedades de conocimiento. Hemos escogido este texto como muestra paradigmática de un modo de pensamiento todavía muy presente en nuestras sociedades, más vigente de lo que se suele pensar. Y así no podemos seguir. Si las nuevas sociedades, que viven de crear continuamente conocimiento, siguen operando todavía en sus niveles más inconscientes con estos patrones antiguos, no se podrán elaborar soluciones válidas ni dar respuestas adecuadas, no podemos usar patrones antiguos para dar soluciones nuevas.

Tenemos un  problema y hay que pensar posibles soluciones de forma urgente.

Pensar, trabajar elaborar proyectos colectivos desde la epistemología axiológica podría ser una de ellas.

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[1] B. Russell. Porqué no soy cristiano. EDHASA, 1979. 3ªedición.

[2] ibidem

[3] M.Corbí. La construcción de los proyectos axiológicos colectivos. Principios de epistemología axiológica. CETR; Bubok, 2013.

[4] B. Russell. Porqué no soy cristiano. EDHASA, 1979. 3ªedición.