El Vacío habita lo múltiple,
absorbe los opuestos, penetra en toda forma,
nutre las diferencias.
En el despertar no cabe la elección,
estamos absorbidos en lo Uno
para manifestar lo Uno en nuestro gesto…
El despertar radica en lograr ser lo que en esencia ya éramos; la iluminación reside en ser la Unidad y caer en la cuenta de la verdad que se es. Pero ese acto consciente no emerge de una actividad exclusivamente racional, sino que abarca todo el espectro sensorial.
En el fondo, la verdad que se es, es estimulada por la verdad que se siente, una verdad vivida, que es de lo que se trata cuando hablamos de una verdadera experiencia: la sensación de ser. El Ser como Vacío. Allí, en ese lugar aespacial y atemporal, se genera el big-bang de las formas infinitas de lo múltiple. “En el Uno los dos no se distinguen, y cada cual contiene en sí la totalidad de las diez mil cosas” (el reino de lo múltiple) (Seng Can).
Abrirse a la experiencia del Ser, lector amigo, es el cambio más decisivo que se nos puede otorgar en la existencia. Supone tanto un viraje crucial como el comienzo de una transformación. La persona que haya caído en la cuenta de lo que supone ser su verdadero ser, comprenderá que toda la naturaleza, incluida la de su propia mente y de su propio cuerpo, se halla impregnada por el Ser que la envuelve. Estar despierto, es captar que no sólo es uno quien toma conciencia de la Vida, sino que es la propia Vida la que toma conciencia de sí misma a través de nuestra forma humana y se inaugura en cada acto creador.
VIVIR la Unidad, vibrar la paz de la Unidad, EL NO-DOS…
(en: Rafael Redondo Barba. El esplendor de la nada. Bilbao, Desclée de Brouwer, 2010. pgs. 142-143)