– ¿Cuál es el sentido profundo de la palabra espiritualidad? Parece que hoy se utiliza a menudo confundiéndolo o oponiéndose al de religión y que se convierte en sospechoso incluso cuando no se relaciona con un contexto religioso.
Jean-Yves Leloup. – La palabra «religión» tiene dos etimologías posibles; en primer lugar, la que viene de “religare”, que significa “unir a”, vincularse, entrar en relación con lo que se considera como absoluto o esencial. Esta etimología es el sentido habitual de la palabra «religión», la que tomará cuerpo en un determinado número de ritos y de prácticas, que es el aspecto formal que tomará esta relación. Hay igualmente otra etimología: “religere”, que significa «volver a leer». Volver a leer un evento para tratar de extraer, de descubrir una significación. En este aspecto, una religión representa un esfuerzo realizado por hombres y mujeres a fin de dar sentido a su sufrimiento, a su muerte, a su existencia.
La espiritualidad no depende de la experiencia religiosa. Pertenece a todos los seres humanos. Es el patrimonio de lo humano. ¿No nos dice san Juan: «el Logos es la luz que viene a este mundo a iluminar a todo hombre?» Todo ser humano que va hacia la verdad de su ser encuentra esta luz.
– Según las culturas y las civilizaciones en que se encuentra, la palabra «espiritualidad» tiene sentidos diferentes?
J.-Y. L. –En la tradición griega lo «espiritual» es lo que es más allá de los elementos más pesados del compuesto humano. Lo «espiritual» es esta dimensión del ser humano que se llama «noética», es decir, libre en relación a las emociones, a las pulsiones, a las pasiones.
La tradición semítica introduce el término “Pneuma”, el Aliento. Pablo de Tarso crea la diferencia entre lo psíquico y lo pneumático. Todo ser humano está habitado por el “Aliento” y atravesado por la corriente de vida interior. Es espiritual quien penetra en el Aliento, aquel que deja que la vida se encarne plenamente en sí mismo. Ser espiritual es ser «inspirado» o, sencillamente, ser profundamente «respirado». (…)
– ¿No estaríamos en el ámbito de lo que se denomina «espiritualidad laica»?
J.-YL–Sí, exacto, pero me temo que podemos caer en una confusión de lenguaje, algo así como hacer de la laicidad una religión. Como dice Marie de Hennezel, una actitud espiritual es una actitud de confianza en la profundidad del ser humano, en aquello que , en el propio ser humano, le sobrepasa, en aquello que, en el ser mismo, permanece abierto a un más allá del hombre.
Marie de Hennezel — Yo uso la expresión «humanismo espiritual», porque hay una tradición humanista que precisamente permanece abierta a este más allá del ser humano, a lo que le sobrepasa.
J.-Y.L. –-Yo no hablaría de humanismo espiritual, sino, más bien, de un «humanismo abierto», abierto a todas las dimensiones de lo humano, incluso a las que ignora. Se puede hablar de humanismo abierto, sobre todo para recordar que, en determinados contextos, nuestro humanismo está cerrado, tal vez incluso cercado, es decir, parado en una concepción del ser humano que no tiene en consideración lo que la persona ignora de sí misma, aquello que el sufrimiento y la muerte le vendrán a revelar, porque justamente es lo desconocido lo que la muerte nos mostrará.
Éste es nuestro presupuesto: lo que se ve del ser humano, lo que se conoce, aquello que se puede pesar, medir, diagnosticar… no lo es todo.
Nuestro humanismo es un humanismo que tiene una carencia, es decir, acepta no saberlo todo del ser humano. Cuando estamos junto a alguien, lo que de verdad importa no es lo que sabemos de él (su enfermedad, etc.), Sino, más bien, lo que no sabemos. Es alguien que sobrepasa nuestro conocimiento y nuestra percepción. El Otro, en su alteridad y en su Rostro, es lo Real que resiste nuestras voluntades de apropiación, sensibles e intelectuales. Es lo que resiste a ser atrapado en mi «puño».
* En: Marie de Hennezel, Jean Yves Leloup. El Arte de morir: tradiciones religiosas y espiritualidad humanista ante la muerte hoy. Barcelona, Helios / Viena, 1998. pgs. 23-28.