Lectura de mitos, símbolos y rituales desde una epistemología no-mítica

No parece que las grandes tradiciones religiosas teístas comprendan claramente esta situación: el final de la EM y el cambio hacia la EnoM . Para poderlo hacer tendrían que reinterpretar la noción de revelación para alejar de ella el exclusivismo y la exclusión.

Los textos considerados como revelados tienen una fuerza grande para mostrar la DA, son como las grandes poesías. Desligados los textos revelados de la EM se hacen compatibles las diversas revelaciones. Jesús, Mahoma, Buda…presentan caras diferentes, de la DA, igual que las caras de un diamante…todas son del diamante y podemos ver la diversidad en la que se presenta.

Sin EM, en las SC los cuerpos míticos y simbólicos pueden continuar funcionando, pero  desde la EnoM. Desde la EnoM se mantiene que a través de los mitos y símbolos se trasluce y nos llega la luz del absoluto. Si todo es construcción, así las referencias a la DA también son construcción. Entonces es posible detectar y discriminar el vino de la copa.

Si tomamos el caso del Génesis: por la EnoM sabemos que es un relato construido por una sociedad determinada. Por la EnoM vemos los rasgos referidos a la forma de sobre vivir de esa sociedad agrario-autoritaria con jerarquía  y sumisión contenidos en el relato. Además como sabemos que todo lo constituido por el habla presenta 2 dimensiones tenemos que suponer que hay en el Génesis un mensaje de la DA. En el Génesis hay una fuerte intención de hablar de la DA. Desde la EnoM se abre la posibilidad de captar la sutilidad del mensaje que transmite el Génesis: “que todo tiene un mismo trasfondo común. Un trasfondo común que nos supera, que todo lo abarca, que es fuente de todo”. Es un mensaje cualitativo, por tanto axiológico no del ámbito de la DR.

De esta manera se puede tener religión sin tener religión y se puede practicar esa religión, con los que todavía la tienen, sin tenerla porque todo es interpretado simbólicamente. Y eso no sería ficción, porque los grandes símbolos y los mitos centrales continúan siendo traslucidos y haciendo presente la luz absoluta desde el seno de nuestras construcciones, aunque ahora sabemos que las formas y colores que esa luz muestra, se deben a que pasa a través de nuestras construcciones, y que la luz, en sí, no tiene esas formas y colores, sino que es pura luz.

Hay que tener en cuenta que para la gran mayoría de la población de las sociedades desarrolladas, los mitos y símbolos son opacos porque resulta demasiado difícil separarlos de las creencias y sumisiones a que han estado sometidos durante miles de años. Y esa opacidad de los mitos conduce a abandonarlos. Se podría evitar la opacidad de los mitos viéndolos como simbólicos que invitan a la inmersión con el sentir, con el refinamiento del sentir que ello implica. Y acercarse de esta manera a los mitos significa que estamos cultivando el doble acceso a la realidad.

Es preciso tener una actitud práctica con respecto a los símbolos y mitos religiosos. Los símbolos, mitos y ritos nacen y se sostienen en un contexto cultural preindustrial determinado. Pero su validez es intemporal porque continúan teniendo fuerza significativa más allá del contexto cultural en el que nacieron y vivieron. Pueden transmitirnos la noticia de la dimensión absoluta de lo real y, al transmitírnosla, nos inician a ella.

Reviviendo lo que ellos vivieron, podemos heredar su legado. Ese legado nos abre los ojos y el corazón, nos inicia a la experiencia espiritual o estética, a la cualidad humana, nos advierte de errores graves, nos indica el camino y cómo andar en él a pesar de las diferencias culturales.

El sentir sigue a lo que la mente da por real. Ya no podemos sentir como reales los símbolos del pasado, sólo podemos vislumbrar en ellos, con nuestra mente y también con nuestro sentir, aquello a lo que apuntan.

Podemos admirar la obra que hicieron con los símbolos, mitos y rituales, y aprender de esas creaciones a conocer lo que es la cualidad humana y la belleza, pero no podemos construir con esos materiales, porque no somos miembros de las sociedades agrario-autoritarias, ni somos ganaderos. Nuestro pensar y sentir es otro.

Los mitos, símbolos y rituales, como la poesía, en su fuerza expresiva, significativa, iniciadora, transmisora y pedagógica, son eternos; pero en sus posibilidades de uso práctico en la vida espiritual de los pueblos, están sujetos al espacio y al tiempo.

De forma semejante a como el sistema de bóvedas, columnas y contrafuertes de la arquitectura románica, tiene una belleza imperecedera, pero a pesar de su gran belleza, no puede ser utilizado para edificios de cemento armado, aluminio, cristal y nuevos materiales, así ocurre con el legado espiritual de nuestros antepasados.

En la SC se puede recibir su legado de sabiduría, pero luego hay que reconstruir y vivir esa sabiduría en nuestras propias condiciones culturales, sin epistemología mítica.

Mientras los símbolos religiosos se apoyaron en una epistemología mítica, no fue necesario iluminarlos con la fuerza de la razón ni con la intuición para poder llegar a sentirlos. En esa, en un cierto aspecto, feliz época, uno recibía los símbolos y narraciones religiosas de sus mayores, los creía y se esforzaba por sentirlos.

En sociedades de cambio continuo la primera tarea que hay que hacer  con los mitos y los símbolos se inicia con la razón. Se trata de desbloquear las posibles  creencias laicas o religiosas y los exclusivismos del pensar y del sentir que obstaculizan la comprensión de los símbolos propuestos como símbolos y no como algo a creer. A continuación habrá que comprender con toda claridad lo que afirman los mitos, hay que ver  a que están apuntando, que es cualitativo no del orden de lo conceptual.

Por ejemplo cuando los indios norte-americanos decían «el cielo y la tierra son nuestros ancestros y todos los vivientes, cuadrúpedos, bípedos y volátiles son nuestros parientes», hay que comprender, lo más profundamente posible, la verdad de su afirmación. Lo que afirman no es algo que debamos creer sino una invitación a nuestra razón para que trabaje hasta llevar a ver con toda evidencia que lo que dicen es cierto.

Los cielos y la tierra son nuestros ancestros porque nos engendraron, nos trajeron al mundo y cuidaron de nuestra especie hasta llegar a nosotros. Los cielos y la tierra que llevaron a término esa hazaña, que nos llena de pasmo, no son fuerzas oscuras.

Esta afirmación choca con nuestra manera de interpretar la materia y la vida, interpretación que funciona como una creencia laica. Hay que apartar, no la interpretación que hace la ciencia de la realidad, sino la creencia laica que se apoya en la ciencia; y hay que apartar esa creencia laica para poder comprender lo que afirma el mito: que lo que quiera que sea que nos trajo al mundo no se puede pensar como una «fuerza oscura»; y eso que nos trajo al mundo es el cielo y la tierra. También afirman que todos los seres son nuestros parientes. Si llegamos a comprender realmente que somos hijos del cielo y de la tierra, comprenderemos que todos los vivientes son nuestros parientes. Para abordar esta afirmación, con la razón nos preguntamos qué significa esta expresión, habiendo ladeado la concepción científica, al estilo de lo que se hace con la poesía.

Una vez comprendido con la razón lo que apunta el mito, el símbolo, la segunda parte del trabajo es llegar a sentir con toda nuestra carne las afirmaciones que hemos llegado a comprender con claridad.

Siguiendo con el ejemplo del símbolo de los indios norteamericanos, para nuestro sentir no es obvio llegar a sentir que el cielo y la tierra son nuestros ancestros y que todos los seres son nuestros parientes. No es ese un camino por el que el sentir haya pasado anteriormente; ese es un camino nuevo. Hay que tener en cuenta que  a menudo el sentir se paraliza frente a los caminos nuevos. Sin embargo, lo que hay que hacer precisamente es meter al sentir por unos campos nunca explorados; para poder entrar en el otro mundo, que no es otro que éste, el sentir debe salir de la cotidianidad; para indagar debe adentrarse en tierra desconocida

La manera de aproximarse a los mitos desde la EnoM, es mediante un proceso de indagación.

 

Concretando los pasos a dar para abordar un mito, símbolo desde la EnoM:

1.-aceptar que ahí hay algo a conocer,

2.-con la razón comprender con claridad lo que se afirma, ladeando la interpretación que hace la ciencia.  Se debe llegar a novedad.

3.-Llevar al sentir las afirmaciones que hemos llegado a comprender con claridad. También aquí se transita por un camino nuevo no explorado anteriormente

Para poder interpretar, sentir y vivir esa fuerza inconmensurable de los símbolos, mitos y narraciones, hay que

  • cortar de ellos la pretensión de enunciar entidades reales y hechos ocurridos;
  • la pretensión de que su interpretación y valoración de las realidades es la verdadera y única y por tanto atemporal;
  • cortar la pretensión de que son paradigmas y cánones de actuación y organización;
  • la pretensión de que establecen modos de vida sagrados bajados del cielo.