La petita crònica d’Anna Magdalena Bach

 

Una selecció: 
Una mezcla maravillosa de grandeza y humildad irradiaba de él… Estaba convencido de su fuerza, pero el que él fuese el portador de esa fuerza le dejaba completamente indiferente y ni siquiera pensaba en ello; lo único que le conmovía era la música, y algunas veces aparentaba creer que con aplicación, estudio constante y fervor, cualquier hombre hubiera podido elevarse hasta el lugar que él ocupaba. (16)

… la Pasión de San Mateo y la de San Juan, las obras que más profundamente conmovieron su alma. Una vez entré inesperadamente en su cuarto cuando estaba componiendo el solo de contralto “¡Oh, Golgota!”, de la Pasión de San Mateo. ¡Cómo me conmoví al ver su rostro, en general tranquilo, fresco y colorado, de una palidez cenicienta y cubierto de lágrimas! No me vio; volví a salir silenciosamente, me senté en la escalera, ante la puerta de su cuarto y lloré también. ¡Los que oyen esa música, qué poco saben lo que costó! (21-22)

En sus conversaciones sobre cosas profundas era siempre muy retraído, no se manifestaba con palabras sino con su actitud y, naturalmente con su música. Era el hombre más religioso que he conocido en mi vida. Esto puede parecer extraño, si se tiene en cuenta la gran cantidad de buenos pastores luteranos que he conocido bien. Eran hombres buenos cuya vida se reducía a pronunciar sermones y dar buenos ejemplos. Sebastián era distinto. Para él la religión era algo reservado, que no hay que mostrar constantemente, pero que existe y no se olvida nunca. (50) Mis padres me habían educado muy piadosamente en la fe luterana, pero la religión de Sebastián era una cosa más grande. (51)

Esta música viene pura del pais del alma, en el que Sebastián se encontraba siempre como en su casa, a pesar de todas las preocupaciones terrenales que le envolvían en su vida diaria. Cuanto más iba comprendiendo su música, veía esto con más claridad. Ante sus ojos interiores había siempre una imagen, hacia la que se inclinaba su espíritu con fervor apasionado… (151).

Después de leerme este o algún otro pensamiento parecido de Lutero, solía dejar el libro, mirarme y decir: -¿No es maravilloso Magdalena, que tú y yo, por medio de este libro podamos hablar con Lutero, preguntarle su opinión y obtener su respuesta? ¡Con cuánta consideración debemos tratar los libros que contienen toda la sabiduría del pasado! (138)

Cuando componía música, o mejor, cuando improvisaba, sobre todo en el órgano, era
cuando volcaba su corazón y llegaba a las regiones de que provenía y en las que él, y tal vez sólo él, estaba como en su casa. Mucha de la magnífica música que fluyó de él no la volverá a oír ningún oído humano; no salía de él más que una vez, no la escribió nunca y se perdió ara siempre, como él mismo, más tarde, en la armonía del cielo. Solamente una reducida comunidad de vivientes, le oyó tocar esa música, y esas personas escuchaban, absortas, la variedad celestial de voces que fluía de su alma y de sus manos; pero cuando tales seres dejen este mundo, se habrá perdido hasta el recuerdo de esa música, y ese es un motivo de gran tristeza para mí. (112)

(La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach. Barcelona: Juventud, 1947)

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